Durante mucho tiempo se ha dicho que el precandidato de Morena, Andrés Manuel López Obrador, es un peligro para México. Esa sentencia le restó muchos votos, por cierto, una sentencia que provino de cierto publicista extranjero llamado Antonio Solá, que ahora viene a nuestro país a decirnos que López Obrador ha dejado de ser un peligro para México. Ni sus dichos de antes, ni sus dichos de ahora son creíbles.
López Obrador nunca fue un peligro para México; es más, si en 2006 hubiera sido presidente de México, este sería otro país. El problema radica en que López Obrador se ha convertido en un peligro para sí mismo. Nunca estuvo tan cerca de la presidencia de la República; ni en 2006 ni en 2012. Es por ello comprensible que muchos oportunistas se sumen a la campaña de López Obrador, porque ya le ven agallas para nadar.
El problema de AMLO es que, al sentirse ya presidente de México, incluso estar ya buscando su gabinete, cada uno de sus dichos llenos de soberbia lo vuelven un peligro para sí mismo. Ahí está el pleito con los intelectuales. Si no aprende a callarse, va a perder nuevamente la elección; y la tercera es la vencida.
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