Pues como dicen los politólogos y encuestadores, el mismo López Obrador se puso el pie para tropezar. Él y el grupo que lo rodeaba ya se sentían triunfadores, ya sentían que tenían la presidencia en las manos, ya se estaban repartiendo puestos y ello los llenó de soberbia. El mismo Andrés Manuel mostraba desdén a las advertencias que le hacían algunos de sus colaboradores cercanos sobre ciertas actitudes y decisiones que parecía lo perjudicaban.
Por supuesto, la guerra sucia en su contra tuvo mucho que ver en esa derrota de 2006, pero si López Obrador no se hubiera ensoberbecido, hubiera tomado más precauciones y se hubiera guardado más de la lengua. Ahora parece que ya entendió la lección; pero, ¿ya la entendió?