Hay una escena en la película de 1996, Las Brujas de Salem, dirigida por Nicholas Hytner, basada en la obra de teatro de Arthur Miller, donde Abigail Williams, interpretada por la actriz Winona Ryder, acusa a John Proctor de brujería; Proctor, interpretado por el actor Daniel Day-Lewis, es un hombre justo, cuya única falta fue no haber hecho caso a las insinuaciones sexuales de Abigail.
Él niega de inmediato las acusaciones, pero para librarse debe ser llevado a la hoguera como a sus vecinos, debe confesar falsamente que ha tenido conversaciones con el diablo. Abigail lo acusa y Proctor, quien no accede a firmar una confesión falsa, es llevado a la hoguera. Bien, la actitud de algunas mujeres en los Estados Unidos, actrices de Hollywood, están adoptando la misma actitud de Abigail Williams y están usando el #MeToo, movimiento en contra del acoso sexual, como un arma para destruir a aquellos que en su momento hicieron caso omiso de sus insinuaciones.
Otras magnifican los hechos y en su “puritanismo de reestreno”, califican algún intento de abrazo, una mirada indiscreta, algún toqueteo torpe, algún flirteo como un acto libidinoso de acoso. Entonces señalan, como Abigail Williams, a hombres que seguramente no eran tan justos como el Proctor de Arthur Miller, pero sí torpes, abusivos, pasados de lanza, diríamos en México, pero no acosadores.
Comentarios