La frustración no es antónima de felicidad. La frustración provoca cierta amargura, una amargura que nadie merece llevar encima, porque vivir así es como poner ajenjo a todos nuestros alimentos. Quien no se recupera de sus frustraciones, él mismo hace de su vida un infierno, un infierno que quiere compartir con los demás. Es por ello que algunos militantes de López Obrador, no todos, a los que llaman “Pejezombies”, responden con tanta virulencia a cualquier comentario que contradiga la doctrina y la enseñanza de su líder; responden de manera impulsiva cuando sienten que atacan la esperanza que en ellos reside, la de un México mejor, la de un México gobernado por López Obrador.
Ellos creen que el sistema les ha frustrado, hasta en dos ocasiones, la llegada al gobierno ideal. No están del todo equivocados. El sistema, hablamos del gobierno y de sus instituciones, hablamos de los poderes fácticos, se han encargado de hacer una guerra sucia en contra de López Obrador, lo que ha frustrado que éste llegue a ser presidente de México tanto en 2006 y 2012.
Sin embargo, su frustración los ha convertido en una plaga política, cibernética, condicionada, que no les permite darse cuenta que existen otras personas que no piensan como ellos. Para los “Pejezombies” es absurdo, perverso y obtuso que las personas no se den cuenta que la esperanza de México es López Obrador. Pero esa actitud, antes que generar empatía, genera antipatía contra ellos. Pero a ellos no les importa, porque la frustración es su fuerza motora, su visión de vida.
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