Mientras se encontraban en campaña eran muy saludadores, sencillos y hasta simpáticos. Pero nada más llegan al poder y la mayoría se encierra a lodo y piedra en su oficina. Ya no saludan amistosamente a los ciudadanos que antes eran electores. Algunos, que nunca han tenido auto de lujo, inmediatamente se compran la camioneta más grandota y costosa.
Estos personajes olvidan que, en la política mexicana, el poder es pasajero, que tarde o temprano dejarán de ser funcionarios públicos y que, cuando vuelvan a ver a los ciudadanos nuevamente como electores y salgan a las calles muy saludadores, que no les sorprenda que la ciudadanía en vez de su voto, les dé la espalda.