El honor es una cualidad moral que lleva al sujeto a cumplir con los deberes propios respecto al prójimo y a uno mismo, muchos hombres han muerto por defender su honorabilidad, sin embargo, hay otros que no le dan la mínima importancia a éste. Javier Duarte es uno de ellos. Si usted teclea el nombre Javier Duarte en cualquier buscador de la red, éste aparecerá asociado a palabras como corrupción, desvió de recursos, ladrón y traición.
Por eso, no sorprendió mucho que los tres precandidatos presidenciales tocaran y mencionaran a Javier Duarte en sus arengas y discursos este fin de semana en Veracruz. Todos mencionaron el lado negativo y lo nefasto que fue su gobierno. Anaya lo señaló como la tumba del PRI al calificarlo como un lastre y José Antonio Meade lo aludió de la siguiente manera: «Nos duele que Javier Duarte haya lastimado nuestro prestigio, nos duele porque no nos define y no nos describe. Al priismo de Veracruz no lo describe la corrupción, no lo define la impunidad».
Lo cierto es que el exgobernador es sinónimo de impunidad, y eso lo decimos ya que gran parte de sus familiares que validaron y participaron en la jauja sexenal andan libres como si no hubieron quebrado un plato. Si en verdad quiere el PRI que creamos que no lo describe la corrupción ni la impunidad, deberían meter a la cárcel a la jefa de la banda que anda paseando por Europa, y a sus primas y hermanas que participaron en el inicuo festín.
Si eso hace el Gobierno Federal, mediante sus instituciones encargadas de procurar justicia, tenga la seguridad que se ganarían muchas simpatías para su precandidato.
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