Rafael Pérez Cárdenas / Algo habrán arrojado las encuestas y los grupos de enfoque que prendieron las alarmas en el cuarto de guerra de Miguel Ángel Yunes Márquez. Cuando la estrategia había sido la de montarse en un gobierno del cambio que logró desterrar décadas de administraciones priistas, de repente, el pre candidato del frente PAN-PRD-MC empezó a arrimarle al caballo a su padre.
Y no es descabellado. Los logros son escasos y la percepción de millones de veracruzanos es que las cosas no están mejor que antes. La idea del continuismo familiar no es algo que haya caído bien en el electorado, y en consecuencia, han tenido que dar un viraje para empezar a tomar distancia y explorar en una versión jarocha del clásico cinematográfico Kramer vs. Kramer.
De hecho, el discurso ha ido bajando de intensidad en contra de la administración pasada e intenta poner énfasis en dos aspectos fundamentales: Miguel Ángel Yunes Márquez tiene méritos y proyectos propios, mismos que deben servir para arreglar las cosas que su papá no ha podido, ya sea por la escasez de tiempo –en navidad ya tendremos a otro gobernador- o simplemente porque no estaban preparados para gobernar en Veracruz en las actuales circunstancias. La autocrítica, aunque sea simulada, es necesaria para hacer creíble la propuesta.
Luego de algunos señalamientos al gobierno de su papá, lo que parecía había sido un dislate, en realidad nunca lo fue. Tomaron el riesgo de una declaración pública, en la que se acusaba de ingenuidad “pensar que en un año se iban a resolver los problemas de inseguridad en Veracruz”. Aunque esta posición ha sido señalada como un insulto a la inteligencia de los veracruzanos, decidieron pagar el costo para lograr tomar distancia entre ambos personajes.
¿Qué tan amplia será esta distancia? Lo sabremos conforme avance la campaña. Lo que se sabe hoy es que la imagen del papá no está ayudando a su vástago. Y que tendrán que crear una nueva expectativa que sustituya a la descalificación sistemática del gobierno de Duarte. Eso ya no pega como antes, porque los problemas y algunas prácticas continúan. A un año de distancia, los veracruzanos empiezan a darse cuenta que las ofertas de campaña de Yunes Linares sólo fueron un engaño premeditado.
Un segundo episodio se dio también en la ciudad de Córdoba. Yunes Márquez dijo que la pobreza es más grave que la inseguridad. Y tiene sentido: en una sociedad donde crece la pobreza se crean condiciones para que se genere violencia e inseguridad.
Sin embargo, la declaración tiene un propósito electoral y no busca una dar una explicación social de la crisis que vive el estado en ambos aspectos. La pobreza no es algo atribuible a Miguel Ángel Yunes, es histórica, ancestral; en cambio, la inseguridad –la misma que se había prometido que en seis meses sería resuelta-, se ha convertido en el lastre de esta administración.
Al cierre del año pasado, Veracruz habrá registrado más de 2 mil 500 muertes dolosas en el estado; una cifra histórica, equivalente a la población completa de varios municipios veracruzanos. Y el año que ha empezado no pinta mejor, a saber de las cabezas que fueron depositadas en el cofre de un taxi en el municipio de Tlacotalpan hace apenas tres días.
Pero el discurso de autocrítica no paró ahí. Ayer, durante la visita del pre candidato del PAN-PRD-MC a la Presidente de la República, Ricardo Anaya, el joven Yunes soltó otra perla para poner en entredicho la eficacia de la administración de su papá. En Xalapa, Yunes Márquez dijo que si el actual gobierno no fue lo esperado, se debe a que se recibió al estado en quiebra.
Más allá del argumento que busca exculpar al mandatario estatal, hay una abierta aceptación de que este gobierno “no fue lo esperado”, expresión que sólo puede explicarse a partir de la lectura que han hecho sus estrategas de campaña. Esta autocrítica no es resultado de la improvisación.
Como respuesta anticipada, Miguel Ángel Yunes ha dicho que se trata de un periodo electoral, y que en consecuencia, el papel de los candidatos es criticar al gobierno; su motivación no es porque se haya convertido a una feligresía democrática –su respuesta a otros candidatos ha sido feroz y virulenta-, sino que es parte de la estrategia para justificar el repentino acto de contrición de su hijo.
Unos días antes, el ex alcalde de Boca del Río había dicho que él es diferente a su papá; que tienen visiones distintas sobre la forma de resolver los problemas del estado y que el habrá de imprimir su propio sello al gobierno estatal en caso de ganar la elección. Incluso, dijo que está preparado para afrontar las críticas respecto de la “monarquía” que representa su postulación. “Caminaré por las calles como el resto de los candidatos”, justificó.
Está claro que algo no anda bien en las cifras y en la intención de voto de los ciudadanos. Por eso es que ha sido necesario este cambio en la estrategia de campaña. La crítica de Yunes a Yunes no es sincera pero sí muy necesaria.
Las del estribo:
- Ayer los tres principales pre candidatos a la Presidencia de la República (José Antonio Meade, Ricardo Anaya y Andrés Manuel López Obrador) visitaron Veracruz. No hubo nada nuevo en su discurso. Sin excepción, se enfocaron a los temas de la inseguridad y Javier Duarte; cada uno desde su interés y perspectiva. Lo curioso es que ante audiencias cautivas –se supone que sólo se reúnen con militantes-, los tres evidenciaron que sus campañas no prenden.
- A diversos actores políticos y medios de comunicación, el pre candidato priista José Yunes Zorrilla ha confirmado que esta semana se darán los cambios en el Comité Directivo Estatal. Llegará Américo Zúñiga y se iniciará la reconstrucción del Partido. Sin duda, será una buena oportunidad para sacudirse la arrogancia con que se mueven quienes llegarán al PRI y quienes desempeñarán cargos en la campaña. No faltará quien les recuerde que aún no ganan.
*Columna publicada originalmente para el portal Formato Siete
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