Maryjose Gamboa / Sabemos que hay temas que resultan particularmente difíciles de abordar porque pueden llegar a tocar fibras muy sensibles, sobre todo aquellos en los que se menciona a alguna mujer que haya tenido la fortuna de convertirse en madre… Sin embargo, a quienes hemos conocido de cerca, o incluso vivido aun en distintas circunstancias pero con la misma intensidad, el dolor que enfrenta una madre ante la muerte o enfermedad de una hija, o ante la separación o desaparición de un hijo, nos resulta casi imposible no decir -y más cuándo se presentan situaciones tan extremas como las de estos dos últimos días- que utilizar a tus propios hijos para tratar de escudar las bajezas o canalladas cometidas y sacar provecho de ello, en lo que menos te convierte es justamente en una madre. Perdón pero hay de madres a “madres”, y aunque a nadie le corresponde juzgarlas como tal, cuándo el “título” se ocupa para fines tan ruines, las palabras fluyen solas.
En una misma semana, mientras cientos de madres centroamericanas recorren el estado como parte de la caravana que año con año realizan para buscar a sus hijos migrantes desaparecidos, madres veracruzanas recorren cárceles en el estado con el mismo objetivo, y madres del Centro de Cancerología de Xalapa pasan toda la noche en vela cuidando a sus hijas, y todo el día de pie dándoles ánimos para que los doctores les permitan acudir a la fiesta que la fundación Lepach les realiza con motivo de sus quince años, desde el otro lado del mundo, desde la realidad “paralela” en la que ha vivido desde hace años, y desde el más indescriptible nivel de CINISMO al que puede llegar una persona, en la escena pública aparece otra mujer que desde su posición de “madre” reclama “sus propiedades” por el bienestar de sus hijos… Karime Macías de Duarte.
¡INCREÍBLE! Y ya sé que yo misma digo a cada rato que ya poco o nada sorprende en este país, pero es que de verdad no se me viene a la mente otra expresión.
A ver… Madres, las que conforman el Movimiento Migrante Mesoamericano y que recorren miles de kilómetros cada año sin importar las circunstancias que las rodean, buscando a sus hijas o hijos que un día partieron de casa persiguiendo el sueño americano, y escapando de la pesadilla que implica vivir en sus propios países, y desaparecieron en el trayecto, algunos siendo casi unos niños.
Madres, muchas de las señoras que conforman los colectivos de búsqueda de familiares en la entidad, que sacando fuerzas de flaqueza, igual buscan a sus hijas e hijos en una fosa clandestina, en algún pueblo en dónde les dijeron las o los vieron por último vez, o en una de las tantas cárceles en Veracruz que hemos recorrido en un mes.
Madres, todas ellas a las que no les importa hasta dónde tengamos que viajar, o cuántas horas pasemos de pie en un penal platicando con cada una de las y los internos que acceden a ver las cientos de fotografías que les mostramos, o que incluso han tenido que soportar el hecho de ver de frente a algunos de los señalados por la desaparición de alguna joven o algún joven, mientras estos se burlan al mirar la imagen, sin que nada podamos hacer al respecto porque entonces violentaríamos sus derechos humanos, aunque de humanos a algunos les quede poco.
Madres, las señoras que pasan días y noches enteras, al pie de sus hijas e hijos pacientes del Centro de Cancerología. Mujeres que vienen desde comunidades muy lejanas a la capital del estado y a las que les da igual no comer en todo el día, porque apenas y juntaron el dinero que necesitaban para el pasaje para que sus pequeños sean atendidos en el CECAN. Mujeres que por más dramático que sea el diagnóstico, y por más que lloren a escondidas, en cuanto su hija o hijo despierta, ye tienen lista la más amorosa sonrisa para que estos puedan estar seguros que de alguna u otra manera todo estará bien.
Todas estas mujeres, así como millones de mujeres más en el mundo que asumen con la mayor responsabilidad, y con todo el amor del que son capaces la maternidad, son a las que podemos y debemos llamar MADRES… No a una que se escuda en sus hijos -que desde luego ninguna culpa tienen- para tratar de recuperar un DINERO que NO sólo NO LE PERTENECE, sino que además está manchado con el dolor de las otras madres, las verdaderas madres, esas a las que siempre se negó a atender porque le daban “flojera esas cosas”.
Madres a las que les canceló los desayunos calientes y fríos que durante años el DIF estatal dio, y tuvieron que ingeniárselas para que sus pequeños comieran “algo”… Madres a aquellas a las que les canceló cualquier apoyo, a las que plantó mil veces, o las que no les dedicó ni un mes completo en SEIS AÑOS porque prefería pasar su tiempo y gastar el dinero de ellas y del resto de los veracruzanos, en caballos pura sangre, en joyas carísimas -espantosas pero caras- u organizando viaje para sus amigas y amigos, a auténticos CASTILLOS EN EUROPA, y a pesar de eso no se rindieron, y siguieron luchando por sacar a sus hijos de la miseria en la que gente como ella los condenó.
Ellas sí pueden llamarse madres y hablar en nombre de sus hijas e hijos, no Karime Macías. NO la cómplice oficial de Duarte. NO quien se convirtió en el cerebro manipulador, frívolo, y ambicioso detrás del “gobernante”. NO la “merecedora de abundancia”, de la que ha quedado registro público de las horas que ocupaba cada día en maquillaje, peinados, tratamientos, compras, viajes, etcétera… NO, no tiene calidad moral alguna para reclamar a través de sus abogados, que le devuelvan “sus” cuadros, “sus” joyas, “sus” ZAPATOS, sus diarios -este por el grado de locuras que quedaron evidenciadas SEGURO SÍ ES DE ELLA- “sus vinos”, y “sus” demás objetos de valor, por el bienestar de sus hijos, porque está muy lejos de ser percibida como una “pobre madre veracruzana”.
El texto completo de la carta que desde Londres Karime Macías envía, es una cosa que nadie con medio gramo de cordura, o con alguna propensión a enfermedades asociadas a emociones, debería leer, o al menos no en ayunas, porque verdaderamente provoca nauseas su cinismo, su espectacular nivel de frivolidad, y su incontrolable megalomanía…. Digo ya el argumento que lo hace por el bienestar de su hijos, entre mil locuras más no debería ni sorprender a nadie, pero es precisamente dicho argumento en particular, el que después de otra semana de estar cerca de tantas madres que de verdad merecen todo nuestro apoyo, solidaridad, respaldo, comprensión, y compromiso, el que me provoca, como probablemente les provocará a muchas y muchos de ustedes, unas inmensas ganas de recordarle a su madre… que no olvide darle sus medicamentos para la locura, porque ya la padecimos a ella y al marido, más, mucho más, muchísimo más, de lo que cualquier ser humano puede soportar.
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