Rafael Pérez Cárdenas / En varias ocasiones nos hemos referido a la enorme capacidad que tiene Andrés Manuel López Obrador para dinamitar sus candidaturas; sólo él y su círculo íntimo sabrán si esto es a propósito para mantenerse virgen y mártir o de plano no tiene la menor idea de lo que provocan sus palabras.
Cualquier estratega mediamente capacitado, sugeriría a López Obrador que nade de muertito durante la campaña electoral. Que no corra riesgos; que conserve la ventaja que le otorgan las encuestas, porque no hay nada novedoso qué decir ni almas nuevas que redimir. Sin embargo, la ignorancia o un desafiante protagonismo siempre lo hacen descarrilar a pocos kilómetros de su destino.
La propuesta de otorgar amnistía a cárteles del narco y grupos de la delincuencia organizada, no sólo es contraria a derecho, sino que despoja de justicia a cientos de miles de familias que han sido víctimas de esta guerra infame que inició Felipe Calderón. Que si se evitarán más muertes, eso estaría por verse.
Además, tuvo el intencionado desatino de presentarla en el peor lugar y en el peor momento. El primero por tratarse de Quechultenango, una zona de conflicto por la presencia de grupos del narco sumamente violentos, que tienen sometidas a muchas poblaciones de esa región de Guerrero. Literalmente, fue a entregarse la plaza. Lo segundo, porque lo hizo precisamente cuando se discute la ley de seguridad interior.
¿Para qué buscar establecer un marco de actuación a las fuerzas armadas en materia de seguridad pública, si todo se puede resolver por el camino de la amnistía?
La sola idea de la indulgencia podría generar una espiral de violencia en nuestro país; los cárteles pueden apostar a que habrá perdón y una suerte de olvido para los crímenes cometidos. Por tanto, se convertirían en una especie de oscuros promotores de una candidatura, que si bien necesita recursos, parece haberse equivocado de patrocinadores. La forma y el momento de presentarla fueron verdaderamente absurdos.
Hasta ahora, salvo sus huestes morenistas, ningún otro sector ha salido a sumar su apoyo a la propuesta; por el contrario, las críticas han llovido incluso desde la parte más sensible del conflicto: las fuerzas armadas. Lo que propone López Obrador no sólo lastima la memoria de las víctimas sino que está empujando al Ejército y a la Marina a una coyuntura adversa para su rendición.
Es muy posible que las fuerzas armadas deseen que este conflicto termine y ellos puedan a regresar a sus cuarteles, sin embargo, lo quieren hacer como signo de victoria y no como una forma de abdicación. Robarles el honor es algo que nunca perdonarían a López Obrador, aún en su calidad de jefe supremo de las fuerzas armadas.
Las Fuerza Armadas señalan que el gobierno no puede pactar con la delincuencia; sin embargo, es evidente que muchas autoridades de todos los niveles de gobierno lo han hecho y lo siguen haciendo. Hoy tenemos a un zar antidrogas en la cárcel, y aunque no lo hacen en representación del gobierno, estos funcionarios aprovechan su posición para compartir una parte de las ganancias con la delincuencia.
Miguel Ángel Mancera dice que la propuesta convertiría al país en un narco-Estado; no se falta razón si vemos que en muchas partes del país esto ya sucede.
Pero ¿porqué pensar en el perdón antes que en la reparación del daño a la víctimas? ¿Porqué otorgar perdón a cambio de nada, ni siquiera de la certeza de que la violencia terminará? Está claro, que los criminales obtendrían un beneficio que ni siquiera están buscando, porque en este momento, muchas regiones del país les pertenecen. Entonces, ¿qué obtendríamos a cambio los ciudadanos? ¿la sola intención de que la vida no nos será arrebatada? ¿Y para quién esta promesa ha llegado demasiado tarde? Son muchas preguntas a las que la propuesta de López Obrador no tiene una respuesta. La crítica ha sido justificada.
En este mismo espacio se planteó la necesidad de abrir el debate, de analizarlo y buscar la salida a esta guerra que ha costado al país más de cien mil muertos. Pero se debe debatir sin moralismos inútiles y argumentos hipócritas.
En eso tiene razón López Obrador. Sin embargo, no deja de decepcionar el hecho de que muy pocos han tomado la propuesta como una provocación al debate, sino que se han dedicado a una descalificación a ultranza, por el sólo hecho de quien la presentó.
En nuestro país no puede haber debate desde la descalificación sistemática. Hay muchas voces que han denostado la propuesta simplista y electorera de López Obrador, sin embargo, tampoco han presentado una iniciativa diferente. Mientras esto no suceda, seguiremos enterrando a nuestros muertos todos los días.
Andrés Manuel se equivocó en la forma y en el fondo, pero no en debatir un tema sustantivo para la paz y la seguridad y del país.
Las del estribo…
- En el infierno de las garzas se siguen reuniendo la indolencia de la autoridad con la falta de memoria e indiferencia de los ciudadanos para seguir arrebatando la vida a mujeres inocentes. Es responsabilidad de la autoridad que esto no pase, pero es culpa de una sociedad que sigue viendo a las mujeres –a su cuerpo y su condición de género- como algo prescindible.
- Si tenemos más inseguridad, más muertes, más deuda, más pobres, más desempleo, entonces ¿cuáles son las cartas con las que jugará el Gobernador en la elección de 2018? Adivinó usted: el poder y el dinero.
* Columna publicada originalmente por el portal Formato Siete
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