Cecilia Muñoz / El señor está muy enojado. Cuenta que su hijo, un veinteañero que no quiso estudios tampoco quiere trabajar. Anda, como alma perdida, de empleo en empleo, ganando unos cuantos pesos que comparte a regañadientes en la casa de sus padres cuando llegan las facturas. Relata que su último fracaso fue ir a Bimbo y no ser contratado. Le habían conseguido una entrevista, pero su hijo la regó. El entrevistador le pidió que se quitara la camisa y al ver su torso lleno de tatuajes, lo despachó, argumentando que la empresa no contrataba gente con esa apariencia. “¡Yo le dije que se iba a desgraciar, pero no, el niño con que esa era la moda…!”, termina el señor enfurruñado.
Más tarde, me encuentro un video en Facebook que ha generado una gran cantidad de reacciones, entre comentarios y “me gusta/enoja/divierte”. Se trata de una joven mujer que se graba a sí misma mientras es despedida por estar embarazada. Su interlocutor le recuerda que cuando llegó a la empresa le advirtieron que no querían situaciones así, que no estaban listos para competir con su hijo… La mayor parte de los comentarios le dan la razón al posible jefe o director de Recursos Humanos: “¡Si ya sabía, para qué se embaraza!”.
Son dos casos distintos y aunque no puedo asegurar su veracidad, sí nos permiten hablar de una lamentable ignorancia: la de nuestros derechos. En ambas situaciones estamos ante una violación de la Ley Federal para Prevenir y Eliminar la Discriminación, la cual define como “discriminación”, en su artículo 1, punto III, a “toda distinción, exclusión, restricción o preferencia que (…) se base en uno o más de los siguientes motivos: (…) la apariencia física (…) el embarazo…”.
Asimismo, considera como discriminación prácticas como “Prohibir la libre elección de empleo, o restringir las oportunidades de acceso y permanencia en el mismo” (capítulo II, artículo 9, punto III).
Por su parte, el artículo 133 de la Ley Federal para el Trabajo, en su punto XV, prohíbe a los patrones “Despedir a una trabajadora o coaccionarla directa o indirectamente para que renuncie por estar embarazada, por cambio de estado civil o por tener el cuidado de hijos menores”.
En pocas palabras: por ley, tenemos el derecho a acceder y permanecer en un empleo sin que nuestra apariencia física (tatuajes, piercings, perforaciones, corte de cabello, etc.) o embarazo sean motivos para restringir el acceso al mismo, a sus oportunidades de ascenso o excusa de despido. ¡Ojo! Conocer estos derechos es fundamental para proteger nuestras oportunidades y calidad de vida.
Obligaciones
Mientras espero el camión, la señora que abre su negocio frente a la parada recoge la basura que le dejaron en su entrada. Y sin atisbo de duda, la echa a la jardinera que tiene enfrente. Mientras tanto, un niño tira al suelo la envoltura de su dulce, ante la mirada indiferente de su madre. Y cuando llego al centro, me topo con un señor que apaga su cigarro, lo echa al suelo y sigue su camino. ¡Caray!
Sí, así como tenemos derechos, tenemos ciertas obligaciones, digamos cívicas. Hacernos cargo responsablemente de la basura que generamos es una de ellas. El cambio climático, a pesar de lo que diga el presidente estadounidense, existe, y lo recordamos cada vez que ocurre una variación del clima extraordinaria, o un fenómeno que deja damnificados.
Respetemos, además, las calles y a nosotros mismos. ¿O acaso la ciudad que queremos es una llena de basura a cada paso que damos? ¡Así no da gusto emprender una caminata! Si va a comprar algo en la calle y después no va a querer cargarlo hasta que se tope con un bote de basura, mejor no lo compre y evítese la pena de que la gente como yo, acostumbrada a llamar la atención de quienes están teniendo un comportamiento inadecuado (resultado, indudablemente, de mi calidad de “hermana mayor”), le regrese su basura con una sonrisa y un cándido “¡creo que se te cayó esto!”.
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