Aurelio Contreras Moreno / Más allá de sus bravuconadas, de su proverbial vulgaridad y su inmenso cinismo, la aparición del ex gobernador Javier Duarte de Ochoa en horario estelar de un noticiero de alcance nacional, no es en absoluto una casualidad. Ni fruto de la fortuna periodística.
El que Duarte haya aparecido en pantallas de televisión desde el Reclusorio Norte de la Ciudad de México, donde está preso para enfrentar los cargos federales que existen en su contra, tuvo un “timing” para nada fortuito: el mismo día que el actual gobernador de Veracruz, Miguel Ángel Yunes Linares, presentó su primer informe de labores al frente del Poder Ejecutivo estatal.
Y aunque cueste reconocerlo, Duarte logró su primer objetivo: quitarle los reflectores al acto de su adversario político, aun cuando realmente no dijo absolutamente nada. Apenas una barbajanada dizque picaresca, y un amago con “hablar”, “algún día”, del porqué está en prisión.
Contra la ausencia de sustancia en el discurso, lo que resulta destacable, por un lado, es la condición de privilegio en la que el ex gobernador más corrupto de la historia de Veracruz –si no es que de México-, pasa sus días en la cárcel.
A diferencia de cómo se le veía cuando estaba preso en Guatemala, Javier Duarte luce ahora bastante relajado. Bien comido y bien vestido. Porque con todo y que usaba los colores reglamentarios del reclusorio, lo que se alcanzó a ver de su indumentaria no se asemejaba ni de cerca a la del uniforme de un convicto. Conocido su gusto por las prendas caras.
Pero el principal argumento para señalar que Javier Duarte goza de las prebendas que suelen proporcionar el dinero –que no le falta, por supuesto- y las complicidades –que ésas sí que le sobran-, es el mismo hecho de que se haya permitido el ingreso de una cámara de televisión para la grabación de lo que ni a entrevista llegó. Porque el objetivo no era informar, sino mandar un mensaje. Y de paso, embarrarle de mierda “su día” al actual gobernante veracruzano.
Como es sabido y hemos señalado en varias ocasiones, Javier Duarte fue perseguido y encarcelado por el Gobierno Federal, a través de la Procuraduría General de la República. Así que su custodia y el acceso de sus visitas al penal donde se encuentra corren bajo la responsabilidad única de la administración federal.
En consecuencia, si Javier Duarte pudo hacer su show, fue con la complacencia del Gobierno de la República, que también le permite disponer de refrescos y de ropa como pudo muy bien observarse durante el breve “mensaje” del ex mandatario.
Duarte de Ochoa es muchas cosas. La gran mayoría de éstas, muy malas. Es uno de los políticos más despreciables de que se tenga registro en la historia moderna de México. Ese sino lo acompañará para siempre. Y bien merecido que se lo tiene.
Pero definitivamente, no tiene un pelo de tonto y actúa conforme a un plan determinado. O cuando menos, es lo suficientemente perverso como para salir a lanzar un buscapiés político en un día muy cuidadosamente escogido, para buscar un efecto posterior.
¿Quién dice que quienes lo dejaron salir a seguir burlándose de los veracruzanos, no lo volverán a utilizar en el transcurso del próximo año, en plenas campañas electorales, para que vomite algo de lo mucho que sabe?
Por eso le dieron, entre otros privilegios, el de salir a escamar.
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