Rafael Pérez Cárdenas / Es cierto, no existe ánimo de venganza que se motive por los buenos sentimientos; la venganza por naturaleza es un sentimiento hostil. Por eso no me referiré a las razones que motivan al actual gobierno a ejercer una venganza en contra de la burocracia estatal –infundadas por cierto-, sino más bien las formas en que esta ha sido ejercida de manera perversa.
En el último año del gobierno de Javier Duarte, la molestia de los miles de burócratas del estado era evidente. Ya la administración estatal enfrentaba serias dificultades para pagar a tiempo las quincenas y muchos de los conceptos extraordinarios habían sido eliminados (bonos por día del empleado, apoyo de útiles escolares, horas extras, etc), no obstante que era evidente el despilfarro por parte de los altos funcionarios y los privilegios del que gozaban unos cuantos.
En la agonía del régimen, no había dinero ni para lo esencial. Todos los recursos federales que se incorporaban a la licuadora eran utilizados fundamentalmente para el gasto corriente –es decir, el pago a la burocracia-, tratando de subsidiar un déficit de cientos de millones de pesos cada mes.
Los empleados del gobierno estaban realmente molestos. La advertencia de que habría un voto de castigo en contra del PRI era cada vez más pública, tanto que Miguel Ángel Yunes encontró un nuevo filón para su campaña política. El entonces candidato, sabía que en los miles de burócratas encontraría una doble ganancia: votos e información necesaria para confrontar a Javier Duarte. No se equivocó.
De esta forma, pidió a los empleados del gobierno que no tuvieran miedo, que votaran por él, con la garantía que nadie sería despedido. Que a muchos de ellos él los conocía personalmente y que estaba seguro que otros tantos miles de trabajadores habían sido una víctima más de la corrupción de Javier Duarte. Y así los convenció.
El amargo despertar no tardó mucho en llegar y correr el velo de una venganza perversa en contra de la burocracia a la que prometió defender. En el mes de diciembre, a unos días de iniciado su gobierno, el pago del aguinaldo se convirtió es un instrumento de presión para solicitar miles de renuncias. Quienes quisieran obtenerlo, tendrían que aceptar la renuncia. Y así se fueron los primeros cientos de burócratas.
Al correr de los días, conforme se realizaron los nombramientos de los nuevos funcionarios, también se fueron ejecutando despidos a otros cientos de trabajadores –la mayoría de confianza pero también muchos otros sindicalizados-, para abrir los espacios necesarios para los aliados, muchos de ellos originarios de estados como Puebla, Morelos o la ciudad de México que nada sabían de Veracruz pero que formaban parte de “el proyecto”.
Hoy empezamos a conocer los saldos de esa venganza perversa. Entre diciembre de 2016 y hasta febrero de este año se habrían despedido al menos 6 mil trabajadores del gobierno estatal, lo que ha motivado un número similar de denuncias laborales a las que dejó pendientes Javier Duarte. Los laudos que se arrastran de la administración anterior suman más de 3 mil y representan una cifra superior a los 5 mil millones de pesos, eso sin contar los juicios que actualmente se llevan a cabo.
Pero las acciones de acoso y persecución no se reducen sólo a los despidos, muchos de los cuales ya están en tribunales. Resulta que a casi un año de iniciado el gobierno, sigue una política laboral de terror. Aquéllos que decidieron aguantar vara durante dos años, han tenido que renunciar a sus compensaciones, ampliar sus jornadas de trabajo y realizar funciones que no les corresponden, o de plano, aceptar el ostracismo de no hacer nada, siendo tratados como los apestados de administraciones anteriores.
Bajo la argucia de que se trata de empleados del duartismo –cuando muchos de ellos vienen precisamente desde el gobierno de Patricio Chirinos-, son sometidos a un trato deleznable. En muchos casos, son presionados para aportar información que no tienen, fungir como responsables de contratos y licitaciones de las que no formaron parte o firmar viáticos por viajes y comisiones que no realizan. Todo por conservar la chamba.
En muchas dependencias se ha hecho una práctica común que los empleados que tienen que salir a campo a realizar acciones de programas sociales institucionales, son enviados a la medianoche y regresan en la misma jornada para evitar el pago de hospedaje y reducir el número de alimentos. Así llegan a cumplir jornadas de trabajo de más de 24 horas, sin dormir, mientras los funcionarios hacen cuentas de lo que se echan a la bolsa cada mes por este tipo de “ahorros”.
Culpar al Gobernador de estas prácticas sería exagerado; decir que se trata de un asunto generalizado en todas las áreas del gobierno, no hay elementos para sostenerlo. Lo que sí es cierto es que esto está pasando en su gobierno y el mandatario lo permite por ignorancia u omisión.
Como sucedió en el gobierno de Javier Duarte, muchas cosas saldrán a la luz si se concreta la alternancia en el gobierno o antes si la desgracia alcanza a los trabajadores que han sido sometidos a estas rutinas infames.
El arrepentimiento de haber dado su voto al Gobernador ha llegado demasiado tarde; la revancha de lo que hoy padecen, llegará más temprano.
La del estribo…
- La voracidad y la ignorancia de los diputados azules es tal que ahora pretenden buscar la reelección sin tener que pedir licencia para hacer campaña. No bastó hacer un reglamento a modo que hoy buscan desconocer. Sergio Hernández rebuznó que deberíamos ser como Estados Unidos o Europa. Ojalá tuviéramos diputados como a los que se refiere y no conoce. El proceso electoral ya inició y la ambición de los diputados no puede estar por encima de la Constitución.
- Agradezco sinceramente a quienes toman de referencia este espacio para articular una crítica en contra de los medios y una entusiasta defensa del gobierno actual. Entiendo que la crítica lastime. Ante la caótica realidad, es evidente que el gobierno carece de argumentos propios que defiendan su desempeño, por lo que deben recurrir a plumas aliadas. Carecer de críticos nos vuelve invisibles, por eso, a ellos mi agradecimiento.
* Columna publicada originalmente para el portal Formato Siete
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