Aurelio Contreras Moreno / Este miércoles 1 de noviembre arrancará, por tercer año consecutivo, un proceso electoral local en el estado de Veracruz.
Con la instalación del Consejo General del Organismo Público Local Electoral del estado, Veracruz se verá inmerso de nueva cuenta en un proceso de sucesión por la gubernatura, gracias a la infame reforma duartista que redujo el actual periodo a dos años, condenando a la entidad a un bienio perdido.
Más allá de eso, Veracruz enfrenta esta sucesión en condiciones políticas radicalmente distintas a las de hace dos años, cuando inició el proceso electoral 2015-2016. Aunque guardando algunas irónicas similitudes.
En ese entonces, el régimen duartista estaba envalentonado luego de que en las elecciones federales intermedias habían arrasado en el estado, utilizando para ello los peores recursos de la mala política y, por añadidura, colocando en San Lázaro a varios de sus alfiles, que hasta a la fecha ahí se mantienen, protegidos por el fuero luego de una debacle cuya posibilidad ni siquiera pasaba por sus cabezas en ese momento.
Javier Duarte pretendía “heredarle” a como diera lugar la gubernatura a su “favorito”, el diputado federal por Tuxpan, ex coordinador de Comunicación Social y ex secretario de Desarrollo Social de su administración, Alberto Silva Ramos, hoy indiciado por desvíos de recursos en ambas dependencias, por los cuales habrá de responder una vez que se le termine el fuero como legislador. Duarte, como es sabido, está preso en el Reclusorio Norte de la Ciudad de México.
Dos años después, ahora fue el régimen pan-yunista el que se despojó de su máscara democrática. Usando todo el poder del estado ganaron la mayoría de las presidencias municipales en las pasadas elecciones de ayuntamientos, mientras que con un gran cúmulo de malas artes se apoderaron, cual piratas, del control del Poder Legislativo.
Como entonces, ahora el gobernador Miguel Ángel Yunes Linares busca que su sucesor “natural” en la gubernatura sea su hijo, el alcalde saliente de Boca del Río, Miguel Ángel Yunes Márquez, quien con todo el apoyo del aparato gubernamental se promueve por el estado, dándole la vuelta a la legalidad, ante la pasividad de la autoridad electoral.
A diferencia de hace dos años, el otrora imbatible Partido Revolucionario Institucional luce a la deriva, sin rumbo, sin guía, huérfano de un liderazgo aglutinante en Veracruz. Y aun cuando dos de los aspirantes a la candidatura a la gubernatura son los mismos que entonces, los senadores Héctor Yunes Landa y José Yunes Zorrilla, ha surgido un tercero en discordia, apoyado por la corriente liderada por el ex gobernador Fidel Herrera Beltrán: el alcalde saliente de Orizaba, Juan Manuel Diez Francos, quien al menos en su región tiene imagen de buen gobernante, aunque es desconocido en el resto de la entidad.
Por su parte, mientras el Movimiento de Regeneración Nacional lucha con su antidemocracia interna y el mesianismo implícito que le dio origen, hacia afuera gana adeptos con su discurso rupturista y con el hartazgo popular por los pésimos gobiernos que sigue padeciendo Veracruz. Con la gran diferencia de que a partir de enero de 2018, comenzará a gobernar varios de los ayuntamientos con mayores recursos del estado, como Coatzacoalcos, Xalapa y Poza Rica. ¿Quién será el candidato a gobernador? Es lo de menos. El que diga Andrés Manuel López Obrador.
Lo que permanece intacto, ahora como antes, es el clima de violencia, inseguridad y crisis económica que asuela al estado de Veracruz, y que en la anterior sucesión por la gubernatura fue un factor determinante para el resultado que a fin de cuentas se dio.
En esas condiciones, en medio de un gran desgaste, los veracruzanos vamos a elegir, otra vez, gobernador. Entre otras cosas.
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