Arturo Reyes Isidoro / Once meses cumplió ayer la administración panista al frente del Gobierno del Estado. El inicio del último mes del primer año de gestión coincide con el Día de Muertos. Qué ironía.
Este año, en el Día de los Fieles Difuntos y Todos los Santos, Veracruz llega, como nunca antes en su historia, convertido no sólo en un cementerio clandestino de grandes proporciones sino también con un río de sangre y una montaña de muertos.
La inseguridad y la violencia a causa de la delincuencia organizada, en mayor medida, aunque también de la delincuencia común, no conocen límites, están fuera del control de las autoridades que se muestran totalmente rebasadas y no se ve para cuándo puedan ser contenidas, ya no eliminadas.
Impotentes, los veracruzanos vemos cómo Veracruz está convertido en nota roja, ya que el hecho sangriento es el tema diario que domina en la prensa de todas las regiones del Estado, porque muchos casos ocurren a la vista de todos, por más que busquen ocultar una gran cantidad tratando de evitar que se conozcan, con toda su crudeza, los altos índices, según el comentario que ronda entre los propios mandos policiacos.
A treinta días de que se cumpla el primer año de gobierno panista, no puede evitarse que se diga que ni se cumplió con el plazo que se autoimpuso de seis meses para resolver el problema, ni el anuncio de que vendría un militar de alto rango a hacerse cargo de la seguridad, se suponía que todo un experto como lo ameritaba la circunstancia que se vive en el Estado.
Se pidió oficialmente y vinieron todas las policías que se solicitaron con las que se suponía que se acabaría el problema pero la situación se mantiene latente, incluso en incremento en algunos tipos de delitos; tampoco han servido para mucho las conferencias de prensa dominicales ni la compra de cámaras de vigilancia que sólo tendrán un efecto preventivo, ni los desplazamientos de las autoridades por todo el estado para hacer anuncios y más anuncios ni que el titular del ramo sea enviado a algunas ciudades quién sabe para qué.
El de este año será un Día de Muertos singular en Veracruz y el incremento de la asistencia a los panteones será proporcional a la ineficacia y al fracaso de la política de seguridad en Veracruz. Ahora se ha dicho que se solicitarán más recursos al Gobierno Federal para atacar el problema. Que se sepa, no han faltado para poder enfrentarlo, ni los apoyos tampoco, pero el dolor, la angustia, la desesperación y el llanto continúan en muchos hogares veracruzanos.
La circunstancia que se vive en Veracruz hace diferente la celebración de las fechas este año porque, por ejemplo, este 1 de noviembre, que en la tradición popular está dedicado a los niños difuntos, por primera vez se llorará a inocentes que murieron por las balas de la delincuencia, no por algún tipo de padecimiento. Jugaban en sus propios hogares y hasta ahí llegaron para ultimarlos.
Tanto o más doloroso que eso, muchas familias ni siquiera saben dónde están sus seres queridos, los restos de sus desaparecidos si es que ya no existen, y dentro de la angustia y la desgracia en las que viven, al menos quisieran darles cristiana sepultura, lo que tal vez en algo los reconfortaría. Seguramente quisieran despedirlos y desearles que descansen en paz.
En su artículo semanal del pasado domingo, el presbítero José Manuel Suazo Reyes, vocero de la Arquidiócesis de Xalapa, escribió oportunamente: “Una vez que se terminan los días de nuestra morada terrena, se nos entrega una morada eterna; de esta manera, al momento de la muerte se nos abre la puerta para la vida definitiva. Lo maravilloso que nos enseña la fe, es que en esa puerta nos espera Dios con los brazos abiertos para introducirnos en la patria eterna donde ya no habrá llanto, ni luto, ni dolor”.
Todos los creyentes quisiéramos para los nuestros y para nosotros mismos llegar a esa morada eterna, despedidos por nuestros familiares, por quienes sienten amor por uno, y por eso no es aceptable que hasta en la muerte esto no sea posible para muchos porque por falta de garantías un día cualquiera desaparecieron víctimas de la delincuencia y de la ineficacia de las autoridades para darles seguridad y protegerlos.
En este mismo articulo dominical, el padre Suazo Reyes señaló: “En este Día de Muertos, recordamos a todos nuestros difuntos, de manera especial a todas las víctimas de la violencia presente en nuestro País. La sombra de la muerte ha hecho estragos en las familias mexicanas, ha traído luto y dolor en los hogares, ha sembrado desconfianza en las personas y en las instituciones. La violencia ha cobrado muchas víctimas y no podemos acostumbrarnos a ello”.
Claro que no. Y por eso mismo, aunque moleste o no guste al gobierno, no puede dejar de reconocerse y de señalarse lo que está pasando. No es que se quiera magnificar o destacar lo negativo que esto significa ni que se pretenda dañar la imagen de Veracruz, sino que es una forma de no caer en la complacencia, en la aceptación fatal y en el conformismo de que ni modo, no se puede hacer nada. Es una forma de mantener vigente el reclamo de que se están esperando los resultados que se prometieron y que nos devolverían la paz, la tranquilidad y la seguridad.
¿Cómo puede una madre confiar en las autoridades y en las instituciones si no le devuelven a su hijo con vida ni la ayudan a encontrarlo, como esté?, ¿cómo puede confiar en esas autoridades y en esas instituciones que tenían la obligación de cuidarlo y de protegerlo y no lo hicieron? Sólo hay que ponerse en su lugar para entender que al menos debe darle esperanza saber que los medios, que la prensa no echa en el olvido su caso, su angustia, su dolor, y que informa y registra todos los días también los casos de otras víctimas para que tampoco queden o caigan en el olvido.
A las familias, a las madres de los desaparecidos, hombres y mujeres (conozco a muchos angustiados veracruzanos), les sigo expresando mi solidaridad y reitero mi exigencia de que los encuentren y de que en cada caso se haga justicia.
Sería injusto no reconocer que el gobernador Miguel Ángel Yunes Linares hace su mayor esfuerzo por combatir el problema, pero tampoco se puede ignorar que su política de seguridad pública no ha dado los resultados que se esperaban, por no decir que ha fracasado: los hechos hablan por sí solos.
Los panteones establecidos y los clandestinos en Veracruz no pueden seguir llenándose de cadáveres en forma desmesurada. El estado no puede seguir teniendo Día de Muertos todos los días. Algo más se tiene que hacer para evitarlo. Las autoridades tienen la palabra. Los veracruzanos esperan. Y la prensa no puede dejar de seguir informando, que no hacerlo sería faltar a su deber, a su compromiso con sus lectores, que es decir con la sociedad. La esencia del periodismo es el servicio público, no la complacencia del poder político.
En catorce días más el Gobernador habrá de entregar o de rendir su primer y penúltimo informe de gobierno. Todos los veracruzanos esperamos con interés los anuncios que habrá de hacer en materia de seguridad. Queremos que le vaya bien en ese rubro por el bien de Veracruz y de los veracruzanos. Ojalá y lo que diga esté a la altura de la expectativa con la que se espera su mensaje.
Lectores, mañana no habrá columna. Nos encontramos el próximo viernes.
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