Si bien el sismo derribó edificios y sepultó personas, también sacó a luz la corrupción que hubo entre autoridades y constructoras; entre propietarios ávidos de ganancia e inspectores que por una mochada daban permisos para edificaciones criminales. Tal es el caso del colegio Enrique Rébsamen, del que ahora se descubre que desde hace unos meses ya tenía un procedimiento que, si se hubiera llevado a cabo de manera correcta, hubiera terminado en la clausura del edificio.
Pero por alguna razón (la mochada por supuesto) el proceso se detuvo y el colegio siguió laborando. Al colegio se le agregaron arbitrariamente habitaciones en la parte de la azotea, la casa de la directora estaba arriba y todavía le pusieron su pérgola a la señora para que no se asoleara. Pero no se siguió el proceso por causa de la corrupción, lo que da como resultado la muerte de decenas de niños y adultos en una de las tragedias que deberá ser una lección para todos.
Padres que tendrán que verificar bien las escuelas de sus hijos, profesores que deberán denunciar cualquier acto de corrupción del que se enteren, autoridades que no se deberán prestar a estos enjuagues y sobre todo propietarios, que tendrán que entender que la corrupción conduce al crimen y la muerte.
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