Llama la atención el tremendo encono que genera el cardenal Norberto Rivera cada que se le acusa de algo. Los insultos en su contra son una cascada de vituperios que uno no esperaría de un hombre que dice representar a Dios en la tierra. Llama también la atención que de inmediato el aparato de comunicación de la arquidiócesis mandara a todos los medios del país, sobre todo los afines a su doctrina, un desmentido en donde se señala que «el cardenal Norberto Rivera no es propietario del colegio Enrique Rébsamen».
Pero la idea se sigue difundiendo entre los ciudadanos. Uno pensaría que bastaba con que el prelado desmintiera dicha información, pero el caso es que ya nadie le cree a las instituciones ni a sus representantes.