Nuevamente los voluntarios, los rescatistas y la inmensa mayoría de los mexicanos nos muestran que este país tiene esperanza. Salieron sin que los llamaran. Empezaron a escarbar con sus manos, rescataron hombres, mujeres y niños; rescataron mascotas también. Conmueve la solidaridad de ellos.
Conmueve el taquero que saca sus tacos al pastor, con un trompo grande de carne para repartir a los que sientan hambre; conmueve el joven de los tamales, que reparte su producto, porque es su manera de apoyar; conmueve el anciano que carga cajas, los niños que reparten aguas, las mujeres que preparan comida, los amigos que brindan consuelo. Pero también hubo gestos de miseria, de mezquindad, y uno de esos es el de la esposa de Graco Ramírez, gobernador de Morelos, la señora Elena Cepeda, quien muestra el rostro miserable de la tragedia.
Se quiere quedar con los víveres que llegan de diferentes estados para repartirlos ella, como si de su bolsillo hubieran salido. A ver si después de ser noticia nacional por su miseria y mezquindad se atreve a repartirlos como suyos.
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