Con la muerte de Juan Nicolás Callejas Arroyo se cierra un capítulo muy oscuro de corrupción y de componendas entre un líder sindical y la cúpula del poder. Los que no quieran reconocerlo tal vez les ciegue el agradecimiento abyecto por la plaza o el cambio de adscripción.
El discurso de Callejas Arroyo era un discurso efectivista en la década de los noventas, no supo actualizarse, aunque sí supo heredar el poder a su progenie. Por cierto, el viejo cacique se quedó acostumbrado al manotazo sobre la mesa, tal vez porque su puño era de hierro envuelto en un guante de suave terciopelo.
Hoy sólo lo lloran sus corifeos, sus admiradores, los beneficiarios de sus deslices. Los maestros disidentes ven caer a un tótem que representó lo más arcaico del poder absolutista en Veracruz. Hoy termina una era de represión y control absoluto. Hoy se cerró un capítulo oscuro en el sindicalismo magisterial.