Armando Ortiz / Apenas el sábado pasado un amigo me comentaba que recientemente el maestro Juan Nicolás Callejas, en un departamento lujoso que tenía en Veracruz, donde se goza de vigilancia las 24 horas, estuvo con su personal más allegado sacando varias cajas de huevo llenas de dinero y documentos de las muchas propiedades que poseía. No me pareció una historia falsa, la persona que me lo decía está muy bien informada. Callejas Arroyo dejó bien hecha la repartición, tantas cajas de huevo llenas de dinero para uno, tantas casas y ranchos para otro, tantas joyas y regalos que durante años le estuvieron dando en su cumpleaños que serán para sus hijos y nietos. Todo repartió Callejas Arroyo consciente de que para donde va nada de eso le será de utilidad; no le fueron de utilidad ahora, ni para sumar un cabo de vida más a su existencia. Poco de lo que obtuvo era bien habido. Un maestro decente, un líder desprendido no pudiera acumular tanta riqueza. Para obtener todas esas riquezas tuvo que jugar sucio, traicionar y hacerse cómplice de saqueadores. Callejas acumuló dinero y propiedades como para vivir 100 vidas, pero oh sorpresa, sólo tenía una.
Callejas muere sin dejar a su hijo como líder; su imperio se desmoronará
Callejas Arroyo muere porque la eternidad no se compra con dinero; muere porque, aunque hubiera querido no pudo traicionar a Dios; muere porque ni haciendo pacto con el diablo se puede aumentar un minuto de vida. No se trata de hablar mal de alguien que ya falleció, pero tampoco participaremos de la hipocresía de muchos que dirán que fue un gran hombre. Callejas sólo vio para él y para los suyos. Para sus esposas, hijos y amantes; para su gatos y guardianes; para sus alfiles y torres en la Sección 32 y las migajas para los maestros. Se engañan aquellos que piensan que Callejas Arroyo fue un baluarte para el magisterio. Los maestros y la educación en Veracruz están como están gracias a él. Callejas Arroyo se fue sin poder ver un atisbo de grandeza en su hijo, pusilánime líder al que todo se le dio en charola de plata; líder de madera al que nada le costó llegar a donde está. Muere Callejas sin haber cumplido su último capricho, ver a su preferida Paty Peña como lideresa de la Sección 32 del SNTE. Muere y su imperio se desmoronará como si de un castillo de arena se tratara. Ya los buitres están tras el despojo y él ya no podrá hacer nada por impedirlo.
El caso Frida Sofía recuerda el caso de “Monchito”, el “niño fantasma del 85”
Existen crónicas de que durante el terremoto del 85 en el derrumbe de una casa en el número 148 de la calle Venustiano Carranza, se encontraba entre los escombros un niño al que llamaron “Monchito”. Las crónicas de esa época dicen que durante días intentaron rescatarlo “los rescatistas le dijeron ‘si eres un adulto golpea una vez, si eres un niño golpea 2 veces’, el supuesto niño golpeó 2 veces y los rescatistas no dudaron en seguir buscándolo”. El periódico españolo El País reportaba que “un zahorí, una santera llegada de Michoacán, una cantante probablemente en busca de publicidad, bomberos argelinos y especialistas llegados de Miami, el embajador de Estados Unidos y señora, dos hijos del presidente de la República mexicana, un presunto hijo de Jorge Negrete que resultó ser un portador de mentiras, un ingeniero brasileño inventor de una sierra especial, un diseñador argentino convertido en rescatista, el jefe de prensa y un fotógrafo de Julio Iglesias, el tenor Plácido Domingo. Todo un sinfín de personajes se dio cita en los últimos días en torno al 148 de la calle de Venustiano Carranza”. Al final no hubo tal niño, al que los vecinos terminaron por llamar “El niño fantasma del 85”. Los especialistas dijeron que todo se trató de una histeria colectiva, del deseo de las personas por rescatar la vida de alguien. Todo esto lo recordamos a propósito del caso de la niña Frida Sofía, supuestamente atrapada en los escombros del colegio Enrique Rébsamen.
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