Lo cierto es que esta designación pone al líder de Morena como un dictador democrático, un líder que tiene un buen manejo de las masas, pero que su punto débil es su propia obcecación en su modo de pensar y actuar. En ocasiones se deja llevar por sus impulsos no tan racionales. Sin embargo, es un personaje que ha sabido leer muy bien los tiempos de la política mexicana, y, sobre todo, ha podido capitalizar el descontento de la sociedad mexicana.
Hoy Andrés Manuel López Obrador es un candidato fuerte y fogueado por las dos últimas elecciones presidenciales; su estructura partidista está regada en casi todo el país. Sin embargo, AMLO debe comprender que la elección del 2018 será su último tren y oportunidad que lo conduzca a la presidencia de la República. Por esa razón, sus pisadas deben ser bien pensadas y además debe saber conciliar con Ricardo Monreal, un hombre que, a pesar de sus defectos, se la ha sabido jugar con él y en política la lealtad cuenta mucho.