El nuevo modelo y la utopía de la educación

Salón de clases FOTO: WEB
- en Opinión

Rafael Pérez Cárdenas / Desde el lunes, más de 2 millones 300 mil estudiantes regresaron a clases. En sentido estricto, este será el último ciclo escolar en que los alumnos trabajen con un modelo educativo obsoleto, que no socializa el conocimiento sino que sólo establece en método de repetición para el aprendizaje.

En este mismo espacio, hemos hablado del nuevo modelo educativo y la estrategia que se busca seguir para abandonar el sótano de la educación pública a nivel mundial. Hoy, muchos de nuestros niños y jóvenes tienen carencias muy importantes en matemáticas o en ciencias, leen poco y lo poco que leen, no lo entienden.

Eso se explica también, cuando estas habilidades tampoco existen en quienes se supone deben ser los encargados de desarrollarlas. La falta de evaluación y capacitación constante de los maestros –dialogar sobre el debate de la evaluación magisterial ha demostrado ser un ejercicio inútil por su politización-, ha generado que nos quedemos estancados en un modelo educativo, tal vez eficiente hace medio siglo, pero que hoy no corresponde a la realidad del país y del mundo.

El problema, sin embargo, es que el nuevo modelo educativo ha mostrado sus fallas incluso antes de sacarlo del empaque. Propuesto a implementarse gradualmente a partir del próximo ciclo escolar, las ventajas que ofrece empiezan a delinearse como una forma de abrir la brecha entre estudiantes pobres y los que no lo son tanto.

Como aquí se mencionó, entre los temas centrales del nuevo modelo educativo en el país, se establece una propuesta curricular que integrará aprendizajes clave, incorporación como parte de las asignaturas escolares actividades artísticas, deportivas, de regulación emocional y de valores de convivencia.

Es decir, las escuelas decidirán de manera autónoma qué y cómo enseñarlo. Para eso, se tendrán que aplicar al menos cinco ejes de implementación, que se resumen en la infraestructura de las escuelas y su fortalecimiento, la formación y capacitación de los maestros, los nuevos contenidos curriculares; así como garantizar la inclusión y equidad del sistema educativo, y la consolidación de su gobernanza.

Hasta ahí, todo suena bien. Pero ¿es posible aplicar un modelo educativo homogéneo en todo el país, lo mismo para una escuela urbana de Nuevo León y la Ciudad de México que para escuelas rurales de Oaxaca y Chiapas? En teoría sí, porque serán las escuelas las que determinen sus métodos y contenidos.

Pero según los especialistas, en la fortaleza del modelo podría estarse gestando su mayor debilidad. Esta discrecionalidad abonaría a la desigualdad.

Algunos educadores y especialistas ya han advertido que el nuevo modelo educativo carece de una mejor comprensión de la pobreza y de lo que implican estas desigualdades para las familias y comunidades en el apoyo al aprendizaje de niños y adolescentes. La miseria no sólo es un tema de deciles de ingreso, como lo ha planteado la SEP, sino que la mayoría de los niños indígenas y jornaleros agrícolas enfrentan una desigualdad apabullante.

Hasta ahora, tampoco se conoce un verdadero diagnóstico sobre los alcances que han tenido en las escuelas las políticas públicas puestas en marcha como parte de la reforma educativa. Es decir, la planeación aún no ha sido puesta a prueba en el aula, y por tanto, los maestros tampoco están familiarizados con el nuevo método de aprendizaje que tendrán que impartir.

Pero hay otro problema estructural grave: para poder ser profesor y vivir con el sueldo que reciben en los niveles básicos –preecolar, primaria y secundaria-, hay que hacer milagros. Además, es necesario profesionalizar la carrera en educación y hacer mucho más digno los niveles de ingreso y condiciones laborales que tienen. Un maestro que es sometido a evaluación pero que no recibe una compensación salarial por ello, será el primer obstáculo de este nuevo modelo.

Hasta ahora, la reforma ha sido muy gráfica en sus propósitos de mejorar la enseñanza, pero ha fallado en establecer una estrategia clara y convincente, que además de hacer más eficiente el sistema educativo, mejore las condiciones de trabajo y de infraestructura. Seguir dando clases a la sombra de un árbol, en un salón de clase hecho de adobe o con niños que deben caminar kilómetros para asistir a clases, revienta cualquier modelo por eficiente que sea.

¿Y qué pasará si el PRI no gana la Presidencia? La reforma educativa no es una patente de corso, sino que está sujeta a las veleidades de la política, lo que pondría en un serio predicamento al sistema de enseñanza. La posible regresión de este modelo implicaría un vacío en el proceso de aprendizaje, y en consecuencia, se perdería una generación, como ha sucedido en Chiapas y Oaxaca a partir de la resistencia de la disidencia magisterial.

Así que no todo es felicidad en el regreso a clases. El nuevo modelo educativo se presenta como una utopía frente a una realidad de desigualdades.

Las del estribo…

  1. En Veracruz no hay condiciones de seguridad para que lleguen inversionistas: CCE; actualiza Estados Unidos su alerta de viaje para México y pide extremar precauciones al visitar Veracruz; médicos huyen del hospital del IMSS de Papantla por inseguridad; ataque en Hueyapan deja dos muertos. Pero para el Secretario de Desarrollo Económico en el Estado, Alejandro Zairick, todo es calma chicha para los empresarios.
  2. En este Veracruz kafkiano, resulta que los veracruzanos debemos –al final, lo tenemos que pagar nosotros- hasta los libros de texto gratuitos. Entre un gobierno que acusa y no logra probar, y un ex gobernador que desde la cárcel se dice perseguido a pesar de la infamia que se ha hecho pública, el estado sigue en caída libre.

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