Aristóteles consideraba al ser humano un animal político (zoon politikon), o sea, un animal ciudadano, un animal cívico, social. Lo que significaba para él que la virtud, la justicia, el progreso y la felicidad sólo se podían alcanzar socialmente en relación con los demás, en la ciudad, en la polis, o sea, políticamente. Los políticos mexicanos andan como una verdadera fauna desbocada.
Las elecciones federales de México de 2018 ya están a la vuelta de la esquina; éstas se llevarán a cabo el primero de julio de 2018 y en ellas se renovarán los siguientes cargos de elección popular a nivel federal: Presidente de la República, 128 senadores electos de manera directa y 32 por una lista nacional, todos ellos por un periodo de seis años que comenzará el primero de septiembre de 2018.
Pero eso no es todo, también se elegirán a 500 diputados federales, 300 elegidos por mayoría simple en cada uno de los distritos electorales en los que se divide el país. Estos son, mejor conocidos como plurinominales. Por esa razón, la clase política mexicana acomoda sus piezas, se ventanean, pronto saludarán hasta el señor que vende BonIce, aparecerán regalando cobijas y apadrinando quinceañeras, todo con tal de parecer del pueblo y que les dén su voto que lo encime al poder.
Ese es el modus operandi en México para formar parte de la clase política privilegiada; de esa forma, el político podrá contar con un salario oneroso y digno de un representante popular, camioneta último modelo con chofer que le pagará el pueblo con sus impuestos, y desde luego recibirá buena mochada cuando le toque aprobar las iniciativas o reformas del mero Tlatoani presidencial.
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