Ese es el tipo de lealtad entre esta dupla que se han cubierto con un manto tejido con complicidad e impunidad. Es una relación mutualista; saben que si cae uno, también caerá el otro. Y es que uno de los rasgos de la falsa lealtad es que ésta es exagerada, busca tener expresiones y actitudes sobresalientes, parece real pero es más falsa que un billete de dos pesos.
Javier Duarte se regodeaba con el presidente; sus carcajadas estentóreas se escuchaban a varios metros, el chiste era que todos vieran la camaradería y la “lealtad” y amistad que había entre presidente y gobernador. Sin embargo, la falsa lealtad, así como llega, se aleja.
Javier Duarte lo vivió en carne propia; el presidente le dejó de ser leal, ya no le contestaba las llamadas y las fotos en las grandes planas poco a poco fueron desapareciendo. Hoy, que es procesado por diversos delitos, puede que el presidente meta las manos por él, sin embargo, no lo hará por lealtad genuina, le echara la mano tan sólo para no dañar los proyectos de los barones del dinero.