Aurelio Contreras Moreno / La insensibilidad y nulo conocimiento de la dimensión de una verdadera política cultural que muestra el director del Instituto Veracruzano de la Cultura, Enrique Márquez Almazán, tiene entrampado a este organismo como no se había visto antes.
El neofuncionario ha permanecido impasible ante las solicitudes de que no se cancele el foro artístico que desde hace 28 años ha sido parte fundamental de la Feria Nacional del Libro Infantil y Juvenil que está por iniciar en unos días. Como un robot que no puede desprogramarse de una orden que le fue dictada a través de un comando y que no entiende más razón que la que ya trae preconcebida en su minúsculo chip.
Por supuesto, esto le ha provocado una oleada de críticas de parte de la comunidad cultural, particularmente la de Xalapa, que ha comenzado a alzar la voz demandándole a su jefe, el gobernador Miguel Ángel Yunes Linares, quien se supone es un hombre bien preparado, reconsiderar la decisión de su torvo subalterno.
Por ejemplo, a través de una carta abierta dirigida al titular del Ejecutivo del Estado, el Grupo de Libreros de Xalapa manifestó que los derechos culturales de la población se ven afectados por la decisión unilateral de cancelar el foro artístico de la Feria, y que la cultura “no sólo se administra, sino que se planea, no como un requisito burocrático, sino como un derecho al que debemos de tener acceso todos los ciudadanos”.
“El IVEC, frente al clima de inseguridad y corrupción, está obligado a fomentar y privilegiar la democratización de la cultura como un instrumento que regenere el tejido social y le permita a los veracruzanos un desarrollo en plenitud y armonía”, se señala en el desplegado, que también puntualiza que el foro artístico de la Feria del Libro ha servido como plataforma para acercar los proyectos culturales, tanto los independientes como los institucionales, al público en general, “destacándose como uno de los eventos culturales gratuitos más relevantes del estado desde hace casi tres décadas“.
A su vez, el promotor y gestor cultural Guillermo Melo Guzmán expuso que la nueva política del IVEC “excluye, ofende la dignidad de la sociedad veracruzana, atenta contra el derecho elemental a la cultura y concreta un acto que constituye un severo retroceso en materia de derechos culturales, lo cual no contribuye a disminuir el clima de inseguridad e incertidumbre que impera en la entidad”.
La respuesta ha sido el silencio. Al más salinista estilo del “ni los veo ni los oigo”, ni el director del IVEC ni el gobernador del estado se han preocupado por dar una respuesta a los múltiples reclamos que esta decisión ha generado, y que solo denotan, además de indolencia, incapacidad para encontrar y ofrecer soluciones.
En el IVEC priva un absoluto desorden que alcanza a sus células básicas, como son las casas de cultura, donde con la mano en la cintura se desaparecen proyectos y se afecta el desarrollo de la población que recurre a la educación artística para procurarse un desarrollo integral e incluso un oficio para ganarse la vida.
Es el caso de la casa de la cultura de Coatepec, donde su directora, Irene Sepúlveda, desapareció hace unos días un taller de grabado y trató con la punta del pie a los profesores y los alumnos, a los que incluso trató de acusar de robo, sin justificación alguna, según denunciaron los afectados, convirtiendo el espacio que utilizaban para actividades artísticas en oficinas administrativas, de todo lo cual están enterados en el círculo cercano de Enrique Márquez.
Además, la misma Irene Sepúlveda amedrenta a los creadores que expresan críticas al deficiente modelo de gestión cultural del IVEC, con amenazas del tipo de que no deben manifestar sus opiniones en redes sociales, pues éstas “son revisadas muy minuciosamente por el Estado”.
Así, de ser en su origen un modelo de gestión y producción cultural en el país, el IVEC se está convirtiendo en una madriguera de oscuros burócratas que lo único que gestionan ahora, es su desaparición.
Y conociendo el profundo desprecio que por la cultura popular profesa Enrique Márquez, no es de extrañar la actitud.
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