Armando Ortiz / Cierto, a Sara Ladrón de Guevara le tocó trabajar en las condiciones más adversas, pero no prevaleció. La realidad es que durante la mayor parte de su periodo como rectora la Universidad Veracruzana navegó en medio de carencias e ineficiencias. La realidad es que la UV no ha dejado de ser la institución de la que más desempleados egresan, porque si ella piensa que la labor de una universidad termina después de que se gradúan sus alumnos está equivocada. En otras universidades o institutos tecnológicos hay convenios entre la institución educativa y las diferentes fuentes de empleo. Esos sí son convenios que producen frutos, no los convenios con el IVEC que nunca llevaron a nada, o los convenios con las CEAPP para enseñar inglés a los periodistas. La UV sólo echa a sus pollitos fuera del nido, cuando muchos ni siquiera saben volar.
Cierto, Sara Ladrón de Guevara al final enfrentó la corrupción que se vivió en el sexenio de Javier Duarte, ella dice que con dignidad, pero sólo eso y con sus asegunes. Porque si hiciéramos un recuento de los muchos llamados que la rectoría hiciera a la Secretaría de Finanzas para que les pagaran los adeudos pendientes de muchos años, y de las múltiples promesas que obtenía, promesas que nunca se cumplieron, entonces la palabra dignidad la transformaríamos en abyección.
Ella afirma que fue quien puso al descubierto la gran deuda del gobierno de Veracruz con la Universidad Veracruzana, pero se le olvida que mucho antes que ella fueron los grupos de defensa de la UV quienes hicieron los primeros reclamos. Fueron los grupos de defensa de la UV los primeros que salieron a manifestarse, fueron los grupos de defensa de la UV los que llenaron primero la Plaza Lerdo en una manifestación a la que la rectora fue invitada, pero a la que no acudió por temor a ser vituperada (ella mismo me lo dijo). ¿Pero por qué la iban a vituperar? ¿Acaso no había hecho un trabajo de excelencia en la UV?
Sara Ladrón de Guevara afirma que enfrentó a Duarte, pero antes de eso dejó el huipil para ponerse un Chanel y tomar té en Casa Veracruz. Era patético el espectáculo, la señora rectora seducida por Karime Macías, la que merece abundancia. Juntas entraban muy bien bañaditas, perfumaditas, orondas y felices a Casa Veracruz a tomar el té y dialogar sobre cómo hacer de este un mundo mejor. Pero nunca se logró nada, todo fue tiempo perdido, todo fue perder la dignidad de académica por unos minutos con tal de hacerse pasar por señora de sociedad.
Sara Ladrón de Guevara, a la manera de Javier Duarte, pretende jugar con las palabras, aliterar con el sonido de dos conceptos vacíos, pero que le suenan a Calderón de la Barca. Pertenencia dice ella, con la intención de invitarnos a ser parte de la UV, aunque conociéndola Sara Ladrón siente que la UV es de su pertenencia: “Me pertenece porque yo la saque del hoyo donde estaba”. Como lo señalamos en una entrega anterior, Sara Ladrón de Guevara «tiene motivos para creer en lo extraordinario suyo. Creer que ha salvado muchas cosas del naufragio. Pero no es cierto».”.
“Pertinencia”, impertinencia diría yo, pero sobre todo falta de congruencia. Ella dice en ese documento que “han sido cuatro años de recuperar la cultura de la meritocracia y reorganizar los concursos de oposición que habían sido prácticamente desmantelados”. Sin embargo, son muchos los académicos que señalan que lo que dice la rectora no es del todo cierto, pues ellos mismos han detectado corrupción en los procesos para las convocatorias de los tiempos completos: “Existen evidencias de estos actos donde la transparencia está ausente”.
Otra más, ¿cómo justifica Sara Ladron de Guevara la llegada de Rodolfo Mendoza a la dirección de la FILU o a la secretaría técnica de la Orquesta Sinfónica de Xalapa? Un sujeto con problemas evidentes de alcoholismo, que tiene varios señalamientos administrativos a su paso por el IVEC y que está demandado por los familiares de Sergio Pitol, quienes por cierto están dispuestos a llegar hasta las últimas consecuencias.
Sara quiere ser rectora una vez más, pero esa es una impertinencia; ella está dispuesta a hacer lo posible por ser rectora, incluso a la fuerza, porque cree que la Universidad Veracruzana es de su pertenencia.
A Sara Ladrón de Guevara habría que aplicarle la de Duarte: “Paciencia, prudencia, verbal contingencia, dominio de ciencia. Presencia ¿o ausencia?, según conveniencia. Muchas gracias. Verbal contingencia, gracias”. Ella lo entenderá, porque como Duarte, está fuera de esta realidad.
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