Cecilia Muñoz / El blanco es el intrépido. Se acerca en cuanto le dejo el plato de croquetas, aunque no se deja tocar por mí. El calicó –o bien, gato tricolor: negro con marrón y anaranjado– es el tímido. Siempre detrás de su hermanito, no se aproxima a la comida hasta que me alejo.
Una caja de zapatos afuera de la casa es el único recuerdo de que hasta hace unos días tenían hogar. Los vecinos cuentan de una afligida niña que los estuvo regalando, evidentemente sin mucho éxito. “El blanco se parece a Cathy”, decimos antes de que se escabullan entre las macetas hacia el patio vecino. Poco después Cathy se aparece y les bufa, ajena a cualquier parecido, indignada por la presencia de esos dos pequeños extranjeros en su territorio. Por su parte, Bombón, el gato del vecino, se acerca curioso. A lo mejor recuerda que Cathy fue su maestra en el arte de las andanzas callejeras y desea emularla con los felinitos. Pero ellos se esconden.
Si bien en Xalapa no hay cifras que comprueben su existencia, su presencia nos es bien conocida. Los animales en situación de calle abundan en nuestra ciudad y hasta han llegado a convertirse en una dificultad para ciertas áreas de la ciudad, como son el Cerro de Macuiltépetl, el parque Natura, la USBI y el parque El Haya. Se ha anotado, incluso, que los gatos cazan especies como el roedor metorito, el cual se encuentra bajo protección especial, según la Semarnat, así como tlacuaches. Y a lo anterior habría que sumarle el gran problema de salud que representan las heces de los animalitos que no tienen dueño que ande tras ellos con una bolsita para recoger sus desechos.
No podemos obviar que desde Salud Animal, del Ayuntamiento xalapeño, se ha hecho un esfuerzo mayor por concienciar a la población acerca de los beneficios de la adopción de una mascota sobre la compra, así como de la esterilización. Pero aún queda trabajo por hacer cuando aún existen prejuicios contra los animales –especialmente los perros– mal llamados “corrientitos”, aquellos que no cuentan con pedigrí; o se prefiere satisfacer el capricho de tenerlos desde bebés “para verlos crecer”, o se descarta la esterilización para que vivan “el milagro” de la “maternidad” o “paternidad”, sin pensar en el futuro de las crías y con el riesgo de escape de la mascota o de que ésta, en la búsqueda de satisfacer su instinto, termine herida, como suele pasar con los gatos macho.
Me atrevo a decir que donde más trabajo se tiene que hacer es en la periferia, donde ya sea por pertenecer a familias recién llegadas a la ciudad, provenientes del campo, donde los animales tienen más bien un valor utilitario y no son valorados tanto como compañía, o por tener éstas necesidades más urgentes que atender, perros y gatos no corren con la suerte de aquellos cuyos privilegiados dueños pueden permitirse la comida especial y las visitas regulares al veterinario.
Y son también las generaciones adultas con quienes hay que trabajar el respeto a los animales, para evitar más niñas afligidas que anden de casa en casa regalando gatitos en una caja de zapatos.
De momento, los gatitos no se han dejado agarrar, aunque ya entraron hasta el patio trasero y encontraron un refugio. Acuden ante el llamado de las croquetas y el agua y ya hemos puesto su foto en línea para darlos en adopción responsable. Quizás, con suerte, alguien se interese en ellos y pueda darles el hogar que les hace falta. O bien, si a usted, amable lector, le interesan, ¡no dude en contactarme! Ellos se lo agradecerán.
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