La democracia mexicana es como si fuera un guion de Luis Estrada: es nauseabunda y cruda. El elector se tiene que conformar con lo que tiene enfrente, personajes oscuros y siniestros que no piensan en México, sino sólo en llegar a como dé lugar.
Por cierto, es muy cara, hace un par de años cada voto costaba 286 pesos, y el precio sube si hay más abstención, asunto que debería preocupar ya que, debido al desencanto de los políticos, muchos mexicanos se niegan a votar.
Así que váyase preparando, pronto será usted el objetivo de sonrisas fingidas y faltos actos de bondad, todo con la intención de que, llegando el momento, usted lo elija como su próximo diputado, senador o presidente de la República.