Pregunten a los tianguistas, a los de las pequeñas plazas comerciales. Pregunten a los vecinos de las colonias de la periferia, pregunten en los bares, en los centros de diversión; pregunten a los ganaderos, a los que hicieron prosperar su negocio y de inmediato llegaban a cobrarles cuota. Pregunten a algunas universidades particulares, pregunten a las madres de desaparecidos, a las madres de hijos asesinados, a las esposas a los hijos.
Ellos nos podían robar, nos podían secuestrar, nos podían matar y el gobierno, como sucedió, no hacía nada o se ponía del lado de ellos. Por eso Fidel Herrera no asoma la cabeza, porque él fue quien dejó la puerta abierta para que los delincuentes se metieran a nuestras casas. No, no estábamos mejor cuando estábamos peor; pero esos sí, siempre queremos estar mejor.