Arturo Reyes Isidoro / La única explicación posible que encuentran algunos que conocen a fondo el asunto, para tratar de explicarse todo lo que vino sucediendo en el Centro de Estudios e Investigación en Seguridad (CEIS) (ex Academia de Policía de El Lencero), dependiente de la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) del Gobierno del Estado, es que quien fue su director hasta el viernes pasado, Julio César Sosa Mirós, enloqueció de poder.
Sólo seis meses y medio bastaron a quien era uno de los integrantes del gobierno del cambio para comportarse igual que, por ejemplo, Javier Duarte, quien también, obnubilado por el “pinche poder” –Fidel Herrera Beltrán dixit–, cometió locura y media hasta hundir a Veracruz en la peor crisis económica en toda su historia por actos de corrupción con ingredientes de frivolidad de su esposa Karime Macías.
Con la diferencia de que el maestro y doctor en Finanzas Públicas por la Universidad de Derecho, Economía y Ciencias Sociales de París (Sorbona-París II), conjuntó en su persona, como funcionario público de la SSP, las dos cosas: corrupción y frivolidad. Le bastó sólo con subirse a un ladrillo de poder para marearse casi al grado de sufrir un vértigo de gran intensidad. Resultó la versión del gobierno del cambio del “Negro” Arturo Durazo Moreno, aquel tristemente célebre jefe policiaco corrupto a más no poder del gobierno de José López Portillo.
Ayer, mi compañero columnista Filiberto Vargas comentó ya que el viernes pasado mismo cuando lo destituyeron, personal de Asuntos Internos de la SSP fue en su busca con la orden de aprehenderlo, aunque finalmente fue trasladado a un hospital en calidad de detenido toda vez que presentó un cuadro severo de alta presión arterial, mientras que su secretario particular también hasta el viernes, Marco Antonio Ortiz Jiménez, fue presentado ante la Fiscalía por hechos que se investigan, pero que pueden ser, entre otros, los que más adelante comento, de acuerdo a información que obtuve de fuentes totalmente confiables, que han trabajado para “inteligencia” en la propia dependencia y que han venido registrando todo lo ocurrido.
El escandaloso caso estalló la noche del jueves pasado 15 de junio cuando unos 200 cadetes se manifestaron en la explanada de la institución, ubicada en el municipio de Emiliano Zapata, conurbado con el de Xalapa, demandando el pago de 5 quincenas atrasadas (en total 15 mil pesos) y su liquidación luego de que sorpresivamente se les notificó que estaban despedidos, con el pretexto de que no habían aprobado exámenes de confianza para formar parte de la policía estatal (se los habían aplicado al ingreso y lo habían aprobado), además de que nunca habían recibido apoyo y ellos habían tenido que pagar por su equipo. Tenían entre dos y seis meses de estar recibiendo entrenamiento.
Como el problema escaló a los medios, al día siguiente el propio titular de la SSP, Jaime Téllez Marié, admitió que se les habían violado sus derechos humanos, ofreció que se les pagaría lo que se les debía, aunque trató de justificar el despido diciendo que no habían aprobado el examen de confianza y que había sido una “pendejada” contratarlos.
Fue luego de reunirse con los inconformes y escucharlos cuando les anunció que Sosa Mirós sería despedido y que otros colaboradores suyos serían investigados por faltas administrativas y actos de corrupción.
Los pecados
La información obtenida es la siguiente:
Cuando recibió el cargo de director del CEIS llegó acompañado por un grupo de colaboradores a los cuales dio de alta en la nómina de la SSP con sueldos de policía, 12,000 pesos, más compensaciones, algunas de 9,600 y otras de 15,000 pesos mensuales, salarios que uniformados o administrativos con muchos años de servicio jamás han obtenido ni esperan recibir algún día mientras vivan.
El gran detalle es que dicha compensación se la entregaban directamente al propio Sosa Mirós en su oficina o a su secretario Ortiz Jiménez, pues el ahora exdirector les comentaba que era orden directa del Secretario de Seguridad Pública, Tellez Marié, debido a que el Gobierno del Estado pasa por un periodo de austeridad y que se le tenía que apoyar. Si alguien reparaba, le recordaba que gracias a él tenía trabajo, lo tachaba de malagradecido, lo despedía de inmediato y le advertía que ni dijera algo porque él era amigo personal del gobernador y estaba protegido (mis fuentes me dicen que los afectados lo grabaron varias veces y entregaron los audios al propio Tellez Marié).
Pero el distinguido exgobernador del Club Rotario y presidente del Parlamento Ciudadano de México, capítulo Veracruz, miembro activo del Consejo Ciudadano 100 por Veracruz y del Observatorio Ciudadano, no tardó en hacer efectiva la frase que pronuncia el padre Celestino Barradas sobre los funcionarios públicos: a mí no me den, a mí sólo pongánme donde hay que de lo demás yo me encargo.
Porque de acuerdo a mis fuentes, con las que corroboré anoche la información que ya tenía, empezó a pedir “donativos” de 100,000 pesos a quien quisiera obtener un puesto de importancia y lucrativo, como por ejemplo de delegado administrativo, diciéndole que ya en el cargo recuperaría el dinero fácilmente.
Le tienen documentado que personalmente se encargaba de la compra de los víveres para el comedor, de la papelería, los insumos y todo lo que podía, elevando el precio de las facturas en contubernio con algunas empresas, facturas que cobraba y se quedaba con un buen monto, además de que utilizaba el combustible para él y su personal y no cargaba las unidades de la propia Secretaría ni cubría los servicios de la ambulancia destinada a apoyar a la población o a los mismos cadetes, amén de que tenía para su servicio personal a los mecánicos, al personal de limpieza, y aprovechaba todo con lo que pudiera ahorrar para beneficiarse él y su secretario particular.
Conforme pasaron los días fue perdiendo la dimensión de las cosas al grado que su propia gente se empezó a quejar de él. Por ejemplo, no obstante que fue aspirante a candidato independiente a diputado federal por Xalapa en 2015 y pregonaba estar en contra del maltrato a las personas, ademas de que fue consejero de la Comisión Estatal de Derechos Humanos (CEDH), se excedía con el horario del personal.
Los propios afectados dan cuenta que los hacía entrar a laborar a las 8 de la mañana y los retenía hasta las 12 de la noche o las 2 de la mañana del día siguiente, además de que el personal de la cocina tenía que estar pendiente de alguno de sus caprichos o sus antojos y le permitía retirarse a las 3 de la mañana cuando tenian que reportarse de nuevo a las 4:30 de la misma mañana.
Se hicieron famosas sus “lunadas” en la terraza de uno de los edificios, donde hacía que se le sirviera en la mesa del comedor con etiqueta, así como sus concursos de poesía y canto (¡para combatir a la delincuencia!). El personal que se encontraba en las guardias o en las entradas debía permanecer de pie durante su turno de noche o de día, y si por algún error no conocía a alguno de sus invitados o le pedia datos para ingresar, lo mandaba castigado. Lo que consideran como parte de su abuso de poder es que amenazaba con enviar al personal que no cumpliera con sus órdenes o caprichos al área de mantenimiento o a la cocina, humillándolos.
Lo acusan de misógino, de maltratar y menospreciar a las mujeres, a las que trataba en forma prepotente y humillante, así como que, en cambio, tenía favores especiales con cadetes masculinos (dan detalles pero no caben en esta columna).
Estropea reconocimiento nacional
Las fuentes han documentado que en la ex Academia de Policía todavía no se explican cómo fue que nombraron a Sosa Mirós para el cargo sin tener el perfil. “Nada sabe sobre seguridad pública y mucho menos cómo formar a un policía. ¿Quién lo nombró, por qué? ¿Cómo fue que le dieron toda la libertad para decidir en un plantel que ya tenía reconocimiento nacional y por eso lo convirtieron en un CEIS, porque ahí se instruía y formaba a los elementos que salían bien capacitados para combatir a la delincuencia?”.
Los informes son que otro de sus excesos fue que desde que llegó exigió que se le tratara como a un rector universitario al grado de prohibir el acceso a la Academia por la entrada principal. “Esta entrada sólo es para mi uso exclusivo y nadie puede accesar más que yo y mi gente, porque así es como lo hace el rector en la Universidad Veracruzana”, habría dicho.
Un señalamiento más en su contra es que dispuso de los recursos que enviaba el gobierno para el material con el que preparan a los cadetes, para los cursos, certificaciones e instalaciones.
Con sus delicadezas, dicen las fuentes informativas, estuvo formando, “literalmente”, policías de juguete, porque tiene a los cadetes como en campamentos escolares. “No quería que hicieran esfuerzos físicos, ni que se desvelaran ni que madrugaran, mucho menos que alguien les hablara con tono fuerte. Si hacía sol mejor que leyeran un libro, si llovía mejor que descansaran y si alguien se atrevía a sacarlos a correr cinco minutos incitaba a los cadetes a que se quejaran por abuso en sus derechos humanos”.
Refieren las fuentes que en días pasados requirieron de diferentes zonas del Estado a cadetes para operar como policías, exponiéndolos, ya que como el director (ahora exdirector) no tenía conocimientos de protocolos de seguridad pública, no informó que no estaban bien preparados y no tenían la mínima idea de cómo tratar y arrestar a un delincuente.
Salvo que fue cesado, oficialmente no se ha dicho más del asunto. Se sabe que en su lugar llegó el mismo viernes el General de División Diplomado de Estado Mayor en Retiro, Jorge González Betancourt, quien en 1985 y luego entre 1999 y 2004 fue director de la entonces Academia de Policía de Veracruz, además de que fue comandante de batallones del Cuerpo de Guardias Presidenciales de la Sedena, con grado de Maestría en Administración para la Seguridad y Defensa Nacional, así como Vicerrector de la Universidad del Ejército y Fuerza Aérea y Subdirector del Heroico Colegio Militar, amén de exdiputado panista. Un viejo conocido nuestro.