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La guerra que nadie quiere ver

Rafael Pérez Cárdenas / ¿Tendrá el ilustrado lector idea de cuántas batallas ha librado nuestro país a lo largo de su historia? Contará por supuesto la guerra de independencia, las invasiones extranjeras –principalmente de Estados Unidos y Francia-, la revolución, la cristera, entre las principales. Bueno, pues resulta que en los últimos diez años, en esto que han dado por llamar la guerra contra el narco, han muerto más personas que en todos esos conflictos armados juntos. De ese tamaño.

Se trata de una guerra que nadie quiere ver y que es evidente que tardará muchos años, y muchas muertes, antes de que llegue a resolverse de alguna manera.

En México, las guerras más importantes duraron precisamente una década. La guerra de independencia duró 10 años… y la revolución también, si incluimos el asesinato de Carranza y el Plan de Agua Prieta, nos recuerda Fernando Escalante en Nexos. De la primera se obtuvo una nación, de la segunda un nuevo régimen político; de la actual guerra contra el narco sólo hemos obtenido muerte, corrupción y una profunda descomposición social en algunas regiones del país, incluyendo por supuesto, la patria jarocha.

Esta de hoy, explica Escalante, es diferente porque no tiene un significado político, no como conjunto. “Y eso hace que resulte difícil de entender, fuera de la retórica de la inseguridad, el crimen organizado, la delincuencia, el Estado de derecho. De hecho, es difícil incluso pensarla como guerra”, excusa.

Pero si no se trata de una guerra convencional, si sólo estamos a un monstruoso conflicto entre cárteles de la droga y grupos delincuenciales de toda clase, entonces ¿por qué el Estado mexicano ha desplegado a más de 40 mil soldados y a 30 mil policías federales, a la Marina, y hay una cuenta que hace un rato que superó los 100 mil muertos?

¿Qué nos espera entonces? Hasta hoy contamos casi 90 mil homicidios en cuatro años de gobierno, y muy probablemente, 50 mil más en los próximos dos años si se mantienen los mismos índices. En total, se acumularán aproximadamente 140 mil homicidios durante la administración Peña Nieto, casi 20 mil más que en el gobierno anterior.

De esta forma, explica el escritor Alejandro Hope en un pormenorizado recuento publicado en la revista Nexos, al cierre del sexenio la tasa de homicidios se ubicará, más o menos, sobre 22 por 100 mil habitantes, exactamente donde la dejó Calderón.

Así, el futuro nacional hiede a perdición. Con un panismo que la inició sin imaginar siquiera a qué se enfrentaba, un priismo que no ha atinado a establecer un orden social donde soldados y marinos puedan regresar a sus cuarteles, y ante una corriente morenista enfrentada con los militares y una temeraria ignorancia en cuestiones de seguridad nacional, esta guerra amenaza con devorar al país, un país en que nadie está a salvo, aunque la guerra no sea nuestra.

Y en esta verdadera tragedia nacional, Veracruz ha hecho su parte. Apenas ayer nos enterábamos que de enero a abril se registraron casi mil homicidios dolosos (936 para ser exactos). De mantenerse esa cifra, al final del año, se contarán poco más de 3 mil asesinatos, una cifra superior a los peores años de violencia durante la administración de Javier Duarte. Es evidente que el compromiso de garantizar la seguridad pública falló.

Al menos en los últimos tres años, el delito de homicidio doloso se incrementó casi tres veces en Veracruz, según el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP). En 2014 ese crimen tuvo una tasa de 6.10 y para el cierre de 2016 alcanzó 15.52 casos por cada 100 mil habitantes, la más alta en 20 años, es decir, desde que se tiene este tipo de registros.

Cifras del secretariado reportan que desde el inicio de la contabilización oficial de delitos de alto impacto, en 1997 la entidad tuvo 722 homicidios dolosos, ocho secuestros, 53 denuncias por extorsión, 417 casos de robo de vehículo con violencia y mil 52 de robo de vehículo sin violencia. Para 2016, las cifras de homicidios dolosos casi se duplicaron y en otros delitos el crecimiento fue mayor.

En total, el año pasado se reportaron mil 258 asesinatos, la cifra más alta en la historia de la entidad desde que el SESNSP lleva un registro. Sin embargo, en el primer cuatrimestre del año, como dijimos, esta cifra ya alcanzó los 936 homicidios. Estaríamos entonces, a la luz de las cifras oficiales y no de la percepción de los medios, en la peor espiral de violencia en la historia de Veracruz.

Pero de eso pocos hablan. Tal vez porque es tiempo de elecciones; tal vez porque está en juego el proyecto político familiar; tal vez porque la censura se entrevera con la ignorancia… o tal vez porque nosotros mismos tememos conocer la verdad. Es la guerra que nadie quiere ver.

Las del estribo…

  1. La paradoja trágica de los medios veracruzanos: ex funcionarios de comunicación social en el cadalso por corrupción y enriquecimiento mientras que decenas de medios cierran irremediablemente. Y lo peor, han transitado del control autoritario y perverso a una indolencia inclemente.
  2. Entre el entuerto de la candidatura en Emiliano Zapata y la acusación sustentada y directa de que se contrató a una empresa de seguridad que ni siquiera contaba con registro, órganos y tribunales electorales naufragan en el descrédito y la vergüenza. Lo que habían ganado lo han echado por la borda, aturdidos por el brillo del dinero.
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