La defensa que estos “textoservidores” hacían de sus ruindades hubiera servido para escribir un capítulo más de la historia universal de la infamia. La llegaron a comparar con Juana de Arco, por su estoicismo; la llegaron a llamar valiente; la llegaron a calificar como única, profesional, crítica y aguda. Pero Gina era más vil que estoica, más ruin que valiente, más sectaria que crítica, más ambiciosa que profesional.
Ahora que un juez le ha dictado un año de prisión preventiva imagino a Gina Domínguez como el Segismundo de La Vida es sueño de Calderón de la Barca. Segismundo, después de estar encerrado en una mazmorra, llegó a ser rey. Pero tan mala fue su actuación como rey que nuevamente lo regresaron a su condición de cautivo. Así Gina despertará por las mañanas con la sensación de que alguna vez fue alguien y entonces las palabras de Segismundo le recordarán que nunca dejó de ser nadie:
«Yo sueño que estoy aquí/destas prisiones cargado,/ y soñé que en otro estado/más lisonjero me vi./¿Qué es la vida? Un frenesí./¿Qué es la vida? Una ilusión,/una sombra, una ficción/y el mayor bien es pequeño;/que toda la vida es sueño,/y los sueños, sueños son».