Los maestros mexicanos están a la buena de Dios; han perdido certeza en la permanencia, todavía en algunas instituciones, cuando los trabajadores se jubilan, pueden dejar la plaza a sus hijos, los maestros ya no pueden. Todavía, en el colmo del cinismo, el secretario general del SNTE dice que peleará a muerte un aumento del tres por ciento; vaya desfachatez, si el aumento de la gasolina y la inflación de la canasta básica pulveriza el pírrico aumento salarial en un instante.
Lo que es un hecho inobjetable es que las condiciones de los maestros en México son intolerables. Ejercer el magisterio, ahora mismo, significa hacer un sacrificio al dar clases en aulas con pizarrones desgastados, aulas con lámina de asbesto y repletas con 40 o 50 alumnos, sin tomar en cuenta que tiene que estarse actualizando y gastando de su propia bolsa, ya que los programas de asistencia magisterial sólo son de relumbrón.
Por eso y más razones, el maestro no tiene suficientes ánimos para celebrar; sin embargo, el maestro sabe que debe de cumplir con su compromiso con la sociedad, un compromiso que implica esfuerzos y sacrificios, y todo sea por el bien de la niñez mexicana. Así que ya lo sabe, este 15 de mayo felicite a los maestros de sus hijos, bien que se lo merecen.
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