Tengo miedo de que los hombres estén por encima de Dios.
Tengo miedo y ya no me asomo ni por la ventana.
Tengo miedo de que me venden los ojos, de que me tapen la boca, de que me aten las manos.
Tengo miedo de los malos gobernantes y de los buenos delincuentes.
Tengo miedo de que este miedo se contagie como gangrena a mi esposa y a mis hijos.
Tengo miedo de la indolencia, tengo miedo de la apatía, tengo miedo de la sinrazón.
Tengo miedo de la estulticia y del rencor.
Tengo miedo del miedo de los otros a ser descubiertos.
Tengo miedo del amor al dinero que corrompe hasta a los honestos.
Tengo miedo de las personas que sostienen que aquí no pasa nada.
Tengo miedo de que en realidad no pase nada.
Tengo miedo de la impunidad, ese caballo desbocado, el quinto jinete de este Apocalipsis social, que se lleva entre las patas a gente como mis hermanos periodistas.
Tengo miedo, lo confieso y si me quieren llamar cobarde no los culpo.
Tengo miedo y si piensan que uno se anda buscando la muerte por hacer denuncias, entiendan: uno sale a la calle a ejercer su oficio y se encuentra con que en este país la justicia tiene un precio, la corrupción un rostro y el delincuente es autoridad y la autoridad es delincuente; y si lo sé y no lo denuncio, ¿no soy también yo un delincuente?
Por eso, no quiero que lleven flores a mi tumba, sólo quiero vivir sin miedo.
Atentamente:
Un periodista con miedo
Armando Ortiz
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