En un acto de contrición, la señora Santiago reconoce que «ser mujer priista en muchos casos se ha vuelto una verdadera pesadilla; lejos, muy lejos de reconocer buen trabajo, lealtad e imagen institucional, se ha trasformado en reconocer talentos que nada tienen que ver con el trabajo de partido».
Al final Diana Santiago tiene una epifanía y vislumbra un gran descubrimiento al reconocer que las mujeres en el PRI sólo son tomadas en cuenta cuando tienen cuerpos torneados; ¿no será que la cosa viene por ahí? En fin, ya no sabemos si reír o ponernos a llorar con ella.