Don Agustín

Agustín Acosta Lagunes FOTO: LA JORNADA
- en Opinión

Rafael Pérez Cárdenas / Criticado en su tiempo por su carácter y su personal estilo de gobernar, don Agustín Acosta Lagunes se erige hoy como el modelo a seguir en términos de administración pública y de gobierno. El 13 de abril se cumplió el sexto aniversario de su fallecimiento y por esa razón, hoy será recordado en la ex hacienda de El Lencero, una de sus obras más emblemáticas.

A veces iracundo, a veces caprichoso, siempre austero en lo propio y en lo público, don Agustín también le tocó enfrentar una etapa difícil de la historia del estado. Llegó al gobierno de Veracruz en medio de una severa crisis de seguridad, cuando los cacicazgos ejercían su poder a punta de pistola, y teniendo que enfrentar el caos económico de la devaluación pos lopezportillista. Entregó a Gutiérrez Barrios, su sucesor, un estado en calma y con dinero en caja.

Curiosamente, fue muy criticado durante su gobierno pero muy bien ponderado al paso del tiempo. Siendo gobernador nadie le metía la mano al cajón, no existían las licuadoras ni empresas fantasmas, y dedicaba buena parte de su tiempo a supervisar personalmente la obra pública que se realizaba. Muchas de esas carreteras, caminos y puentes hoy siguen comunicando a las principales regiones de Veracruz.

Con él trabajaron una generación de políticos que se habían formado con su antecesor, don Rafael Hernández Ochoa, la misma que se ha mantenido en el gobierno hasta la fecha. Uno de los colaboradores más cercanos de don Agustín, su secretario de Gobierno, Amadeo Flores Espinosa, fue el orador en su primer aniversario luctuoso, retratando como pocos la esencia del personaje.

Dijo entonces: “Don Agustín no fue solo un gobernador, fue un gobernante en toda la extensión de la palabra. Don Agustín fue un hombre que vivió el presente y construyó el futuro. Lo construyó con imaginación y honradez; lo construyó con generosidad y con sabiduría”. Para mí, decía don Agustín, Veracruz era un continente, sin más límites que los del cielo y el mar.

De su obra pública, Flores Espinosa recordó: “en medio de la crisis y sin mediar autorización del gobierno federal, inició la construcción del primer puente que unió las dos riberas del río Papaloapan, con lo que garantizó el abastecimiento de caña al Ingenio San Cristóbal, el más grande de América Latina. Frente a los escépticos, concluyó esta obra histórica en sólo seis meses; y en la misma región, terminó la presa Cerro de Oro, evitando las inundaciones que golpeaban cada año a los pueblos del Papaloapan.”

Y quién no recuerda la introducción de los ejes viales en las principales avenidas del pujante puerto de Veracruz; o también, en esta ciudad de Xalapa, su visión de largo plazo al diseñar, construir y embellecer no sólo la carretera de Xalapa a El Lencero, sino también las avenidas que hoy nos comunican: Lázaro Cárdenas, Ruiz Cortines, Murillo Vidal y la reserva ecológica de la ciudad. Entonces, Xalapa se convirtió en una capital digna y moderna.

Pero no sólo eso. Una de las obras vitales de su gobierno fue la construcción del acueducto Huitzilapan en el estado de Puebla para dotar de agua a la ciudad de Xalapa; junto a ella, se realizó el acueducto Yuribia que hasta hoy abastece de agua potable a las ciudades de Coatzacoalcos y Minatitlán. Electrificó el 90 por ciento del estado y construyó cientos de kilómetros de caminos y carreteras.

Goberné en la salud y en la enfermedad pensando siempre en el bien general de mi estado. Nada hice pensando en mi persona o en mi familia, nada. Mi esfuerzo y mi dedicación fueron íntegros y totalmente para el Estado de Veracruz. Si de algo fui acusado y, con razón, fue de avaro con el tiempo y con los dineros del pueblo, pero así tenía que ser”, confió alguna vez don Agustín al periodista Gustavo Cadena Mathey.

También escribió de sí mismo: “Al palacio de Gobierno llegué con el anhelo de convertir a Veracruz en granero y yunque de la Nación. Si es cierto que para algunos políticos la lujuria es el poder, en mi caso esa lujuria ha sido, es y seguirá siendo el trabajo.” Y lo fue hasta el último día de su vida. Para mí, decía, “si el poder no se traduce en trabajo creador, el poder se convierte en fuerza corruptora y destructiva. El poder siempre debe ser para poder hacer mucho en beneficio de los demás.

Pero a la luz de la escandalosa corrupción, de la intolerancia y el autoritarismo unipersonal, dejó una frase que nos hace recordar que su gobierno no se parece a ningún otro:

Me excedí, tal vez, en la austeridad. Quería que la voz de mi conducta fuera la guía del orden de mi administración. Cada centavo del Estado debería ser para el Estado y no para lujos personales o dispendios del gobierno. Si un gobernador se construye un palacio, sus colaboradores se edifican mansiones”.

Nada de eso aprendieron las nuevas y voraces generaciones.

Hoy lo recordaremos con respeto y la nostalgia del Veracruz que no volverá.

Las del estribo…

  1. A pesar de su simpatía por el Peje, el padre Solalinde denunció que en Veracruz hay más militantes de Morena que han caído en casos de corrupción y que serán denunciados. “Ya tengo nombres…” Muchos ya se frotan las manos.
  2. Después de su visita de ayer a la FGE, está claro que Eva Cadena no peca de inocente, peca de muchas otras cosas.

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