Jorge Díaz Bartolomé / Cerro Gordo es un poblado que se encuentra ubicado a pocos kilómetros de Rinconada en la carretera Veracruz-México, muy transitada antes de construirse el libramiento que la mayoría tomamos por cuestión de tiempo cuando nos trasladamos al puerto de Veracruz. En esa zona se encuentran los Cerros del Telégrafo y el de la Atalaya, con una enorme cañada o barranca en la parte izquierda. Ya ubicados geográficamente, comenzamos con el relato de una parte olvidada en la historia de México ocurrido hace 169 años:
Una vez rendido el puerto de Veracruz el 28 de marzo de 1847 ante las fuerzas invasoras norteamericanas, inician el avance hacia su siguiente objetivo, la Ciudad de México, utilizando el Camino Real sin ninguna complicación hasta llegar a acampar en el poblado de Plan del Río.
Santa Anna había tomado la decisión de esperar el avance de los norteamericanos en Cerro Gordo, en los cerros “El telégrafo” y “La Atalaya”, desde la cual se dominaba el camino y la villa; aunque se hizo un reconocimiento previo del lugar en el que se encontraron algunos inconvenientes para realizar el ataque, aún así Santa Anna ordenó que se hicieran las operaciones de ataque en ese sitio.
El general Scott mandó al General David Twiggs al frente de 7000 hombres avanzar por la parte izquierda del ejercito mexicano situado en el cerro “El atalaya” para llegar a su retaguardia y así evitar su retirada, mientras que las brigadas del General Gideon Pillow harían frente a las fuerzas locales.
Al saber el plan de ataque de los norteamericanos, Santa Anna trató de interceptar el ataque de Twiggs, pero no logró hacerlo, los invasores los rodearon, cortaron la línea de retirada, y tomaron posesión de su campamento y sus baterías; al ver todo perdido, las tropas mexicanas huyeron como pudieron del lugar para evitar quedar sitiadas.
“Mientras Santa Anna desoía los consejos de sus ingenieros y prefería dormirse en sus laureles a ritmo de sones y marimbas en su campamento, asegurando a sus aduladores que a esos cerros “no subían ni los conejos”, Scott atendía las observaciones de su cuerpo de Ingenieros al mando de Robert E. Lee, quienes habían descubierto esta vía, y por lo tanto la forma de llegar a la retaguardia del campamento de Santa Anna.
No solo fue el ingenio sino el esfuerzo humano, pues el montaje, desmontaje y traslado de cañones y paso de tropa fue toda una proeza por esos cañales y desfiladeros.
La posición de ambos bandos era el siguiente: Santa Anna acampó en el margen derecho del camino nacional en lo que hoy en el poblado de Cerro Gordo, en las cimas de los cerros de la Atalaya y el Telégrafo mandó a colocar algunos cañones (4 baterías), en el Cerro del telégrafo estaba el General Rómulo Díaz de la Vega con 1,400 hombres y una batería de siete cañones. En la entrada, hacia el sur, estaban 3 batería con 19 cañones comandadas por los Generales Luis Pinzón, José Maria Jararo y el Coronel Badillo, en total unos 12 ,000 hombres.
El General Scott no se quebró mucho la cabeza, y elaboró un plan de envolvimiento; una de las divisiones se dispondría a pasar por el lado derecho del Cerro de la Atalaya y llegar por la retaguardia para cortar la carretera nacional y con eso, evitar la retirada del ejercito mexicano y obligarlo a la rendición.
Así la división del General Twiggs se encargaría de dicha operación por lo que se dividió en tres brigadas, la del Coronel Harney se encargaría de distraer a los defensores de los Cerros la Atalaya y el Telégrafo, mientras las brigadas de Shields y Riley llegaban a las espaldas del campamento mexicano.
Mientras esto ocurría, las brigadas de Pillow en el sur distraía al grueso de la fuerzas mexicanas, atacando las Baterías de Pinzón, Jararo y Badillo. La división de Worth que estaba llegando el día 17 de abril, procedente de Veracruz siguió a la de Twiggs; cuando los vigías del Cerro de la Atalaya descubrieron a Twiggs, éste se vio forzado a tomar dicho Cerro, para lograr la distracción de la fuerza mexicanas del objetivo principal, el corte de la retirada.
Cuando los americanos tomaron el Cerro de la Atalaya, Santa Anna mandó a reforzar el Cerro del Telégrafo con el General Ciriaco Vázquez, el 2 y 4 de Infantería además de 2 cañones y Batería de 5 cañones, el 2 de infantería y caballería que por cierto, en los cerros no podía maniobrar.
Desafortunadamente para ese momento los americanos ya tenían en el Cerro de la Atalaya nuestros cañones más los suyos de 24 pulgadas y nos barrieron.
El día 18 de abril, a la 7 de la mañana, las fuerzas de Harney apoyadas por la artillería de la Atalaya, atacaron el Cerro del Telégrafo y capturaron sus primera línea de defensa mientras tanto otra fuerza atacaba las tropas de reserva y las Baterías ubicadas en el Cerro.
Por su parte en el sur, Pillow, confundido en su ruta, fue a presentarse a tiro de pichón de las Baterías de la entra sur y tuvo mucha bajas, incluso el mismo Pillow, fue herido.
La mala fortuna quiso, que los defensores del sur, se percataran que su retaguardia estaba perdida, y los cerros tomados y prefirieron rendirse.
Para ese momento las brigadas de Shield y de Coronel Eduardo Baker con el 4 regimiento de Illinois pasaban el Cerro del Telégrafo y atacaron el campamento mexicano haciéndose del control de la carretera nacional y la ruta de evacuación, por cierto entre la confusión y la masacre, se perdió la pierna preferida del General Santa Anna y su tren de aprovisionamiento con 16,000 pesos en plata para la paga de los soldados.
Para las 10 de la mañana del día 18 de abril todo había acabado, Santa Anna y unos 6000 hombres huyeron del como pudieron del campo de batalla, dejando unos 3000 prisioneros y alrededor de 350 muertos, incluyendo la valiosa perdida del General Ciriaco Vázquez en el Cerro del Telégrafo” (*)
Cerro Gordo puede ser un punto turístico de gran interés, para nacionales y extranjeros, con un museo, un mirador y por que no, una bandera permanente, pero como todos sabemos, a la autoridad no le interesa la historia en lo absoluto y sólo recuerdan a los Héroes de la Independencia para hacer Guardia de Honor y tomarse la foto.
No debemos olvidar la Batalla de Cerro Gordo, la valentía de los hombres que perdieron la vida de ambos bandos, aquellas personas que lucharon por una causa nunca imaginaron que nosotros perderíamos la memoria y los dejaríamos caer en el olvido.
(*) Miguel Salvador Rueda Smithers
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