Su nombre es Carlos Salomón, manejaba un BMW a más de 180 kilómetros por hora en la avenida Reforma de la Ciudad de México. Su auto se estrelló contra un poste y se partió a la mitad. Los cuatro jóvenes que lo acompañaban murieron, dos de ellos decapitados. De esos cuatro sólo tenía trato de amistad con su vecino, a los otros apenas los había conocido esa noche de juerga.
Iba alcoholizado y se negó a que le hicieran estudios para ver si llevaba alguna droga en el cuerpo. Él resultó ileso, apenas con unos cuantos raspones, lo que resulta asombroso dado la magnitud del accidente. El poste, como si fuera un cuchillo, partió en dos el auto. Las familias no piensan otorgarle el perdón, como les suplicaron los abogados del joven quien resultó ser hijo de un excomandante de policía exconvicto.
Su pena puede alcanzar de seis a 20 años por los cuatro muertos. Mientras los padres lloraban a sus hijos muertos, él se echaba una siestecita en las oficinas del MP. El llamado a la juventud es más que claro. Alcohol y volante no se llevan. ¡Mucho cuidado!
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