Para esos jueces leguleyos, que sólo buscan un resquicio en la ley, para evadirla, van estas palabras de la escritora belga Marguerite Yourcenar: «Tengo que confesar que creo poco en las leyes. Si son demasiado duras, se las transgrede con razón. Si son demasiado complicadas, el ingenio humano encuentra fácilmente el modo de deslizarse entre las mallas de esa red tan frágil. (…) Las más remotas (leyes) participan del salvajismo que se esforzaban por corregir; las más venerables siguen siendo un producto de la fuerza.
»La mayoría de nuestras leyes penales sólo alcanzan, por suerte quizá, a una mínima parte de los culpables; nuestras leyes civiles no serán nunca lo suficientemente flexibles para adaptarse a la inmensa y fluida variedad de los hechos. (…) Los filósofos griegos nos han enseñado a conocer algo mejor la naturaleza humana; desde hace varias generaciones, nuestros mejores juristas trabajan en pro del sentido común.
»Toda ley demasiado transgredida es mala; corresponde al legislador abrogarla o cambiarla, a fin de que el desprecio en que ha caído esa ordenanza insensata no se extienda a leyes más justas» (Memorias de Adriano).
Comentarios