Jesús J. Castañeda Nevárez / Que fácil nos resulta criticar a los demás, pero principalmente a los que intentan hacer algo. Es un vicio muy de nuestra cultura y que se complementa con el más alto referente del ego: el “YO”, que se aplica a una práctica constante de comparaciones en las que siempre el “yo” saldrá con la mejor parte.
Es así como nos convertimos en los mejores educadores de los hijos ajenos, mientras que los propios quien sabe dónde andan; los mejores consejeros matrimoniales de nuestros amigos mientras el nuestro se cae en pedazos; somos los mejores consultores sobre finanzas personales con un ejército de cobradores detrás de nosotros. Obviamente que eso no lo decimos porque sería un suicidio social.
Somos dueños de la verdad y la razón, por eso criticamos a todos los que no son “yo”, destruyendo sus argumentos, las ideas de otros, los proyectos e iniciativas pensadas por otros.
El más inteligente, el más preparado, el más indicado para ocupar los más altos cargos, el más honrado, honesto, trabajador, sensato, casto y puro, el más guapo, etc., etc. y no hay como rebatir esas posturas, porque aun cuando se presenten pruebas que digan lo contrario, siempre serán descalificadas por el ego y lanzadas al terreno de la calumnia o de la persecución política por la mafia del poder.
Pero como es una forma de conducta tan normal y natural hoy día, la hemos convertido en virtud de algunos personajes que resultan hábiles para la pose, el verbo y el rollo fácil que surge de la única virtud real, que es la de saber qué es lo que quieren escuchar los demás y decirlo.
Eso ha llevado a nuestro país a la catástrofe económica, política y social, porque quienes han llegado a ocupar espacios importantes de decisión normalmente suelen ser los menos indicados y eso lo demuestran de forma contundente sus hechos.
Pero mientras están en pre campaña y posteriormente ya con el nombramiento de ser “el mejor candidato”, los referentes que los avalan viene a ser una serie de indicadores tan simples como ridículos, pero que son tomados como si fueran el resultado de la más estricta evaluación, cuando sólo basta con ser el elegido del que elige y punto, así sea un imbécil retrasado mental, inútil para lo bueno y experto para lo malo; los malos resultados lo demostrarán y muchos se declararán “sorprendidos” del inesperado cambio que tuvo en cuanto arribó al poder.
Nuestro país, nuestro estado y nuestro municipio no ha aprendido la lección ni ha entendido la historia, por lo tanto, está obligado a repetirla, repetirla y repetirla como las tablas de multiplicar, hasta que se las aprenda.
En cada proceso electoral vuelven a aparecer los mismos personajes que ya han defraudado el voto y la confianza del pueblo, o quienes simplemente se han montado en un sistema que los transporta por encima de cualquier voluntad popular y los sitúa en lugares estratégicos y muy convenientes para el grupo o partido político.
Volvemos a escuchar las críticas y descalificaciones a lo hecho o dejado de hacer por quienes están en el cargo, con el “compromiso” de que “ahora si” vamos a iniciar un “nuevo rumbo”, ahora sí, ahora sí y ahora sí. Se venden caros y el pueblo ingenuo los vuelve a comprar.
Se levantan como los salvadores del pueblo y lanzan una cascada de promesas milagrosas, que parecieran sacadas de un cuento infantil, mientras en contraste total se lanzan con la espada en mano descalificando todo y a todos.
Perece tan sencillo, tan fácil, tan posible, que los partidos políticos se vuelven a atrever a postular a los amigos y compadres o a los recomendados “a ver si ahora sí”, confiando en que el pueblo vuelva a creerles, lo cual ya no será fácil de conseguir.
Porque bien lo dice la sabiduría popular: “nadie es carero mientras no tiene que vender”, pero ya los conocimos y vimos de qué están hechos. Por eso no debemos repetir la triste historia de nuestro México, nuestro Veracruz y nuestros Municipios, por creerle a los falsos mesías y falsos salvadores, que ya nos han demostrado que “una vez metido, se olvida lo prometido”.
Es tiempo de que seamos una sociedad más participativa y mejor informada; sólo así cambiaremos el rumbo de nuestra patria y le daremos a nuestros hijos un mejor futuro. Ese es mi pienso.