Se robó una elección y entregó la presidencia a un candidato que no merece gobernar este país. Calderón es como los fariseos de los que hablaba Jesús en su sermón del monte, de esos que limpiaban la copa por fuera pero que por dentro no les importa la inmundicia que contiene; de esos que miran la paja en el ojo ajeno pero que no les importa la viga que cargan en su mirada.
Ese cinismo enfermizo es el que está contagiando a su esposa, quien aspira a ser presidenta de México. Seguramente ella está dispuesta también a obtener la presidencia al «haiga sido como haiga sido».