A final de cuentas el que pierde es el pueblo, los que pagan los platos rotos son los veracruzanos. Porque a final de cuentas el dinero se lo robaron otros y quieren que los paguen los actuales. Y esa deuda contraída son compromisos que no se pueden eludir. El gobierno de Miguel Ángel Yunes Linares no puede ser irresponsable y decir que como la deuda no se contrajo en su tiempo, pues por eso no se va a pagar.
Además de todo ello está la famosa bursatilización, esa aberración financiera que en otros casos hubiera servido para sacar adelante a un estado, sólo sirvió para que un gobernador ladrón y derrochador asentara más su huella de corrupción en Veracruz.
Afortunadamente los últimos intentos de endeudamiento por parte de Javier Duarte y su bancada priista, encabezada por Juan Nicolás Callejas, fueron echados abajo. De otro modo la situación grave que vive el estado de Veracruz sería en este momento algo insalvable. La basificación de la burocracia, más préstamos a largo plazo y el saqueo de las arcas del Instituto de Pensiones del Estado tendrían al estado de Veracruz en situación catatónica.
De momento hay una salida, dolorosa, pero es una salida viable. La reestructuración es necesaria por la situación en que nos dejó el gobierno de Javier Duarte, y no por los tres meses que lleva gobernando Miguel Ángel Yunes.
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