En nuestro tiempo el silencio es un hábito que ha sido menospreciado por muchos, sobre todo por lo políticos quienes se han formado bajo la premisa culposa de que el que calla otorga. Pero no sólo los políticos, la gran mayoría piensa que cuando alguien lanza injurias en nuestra contra estamos obligados a contestar de la misma manera; oiga usted bien, «de la misma manera».
Por la furia, por la indignación, por sentirnos agraviados muchas veces no nos damos cuenta que quien agravia muchas veces tiene como propósito que nos rebajemos a su propio nivel. La respuesta que damos al agravio en el mismo tono, si nos atrevemos a contestar de la misma manera, nos convierte un poco en quien nos agravia. Entonces quien vence es el que ofende, porque además de la ofensa, consigue ponernos a su nivel.
En todo caso mejor guardar silencio, porque la respuesta iracunda que demos puede traer peores consecuencias para nosotros. Finalmente, el agravio es como el hielo, el calor de la honestidad lo termina fundiendo.
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