Édgar Hernández* /
¡El odio como negocio!
Han transcurrido escasos tres meses del gobierno del señor Miguel Angel Yunes, que han sido eternos.
Abrió tantos frentes que la ciudadanía, en el día a día, se pregunta ¿y cuándo empezará a gobernar? Son tantas sus filias y fobias que ha hecho del mediashow un negocio familiar y es tanto su odio y coraje contra una institución que lo patrocinó y dio en exceso, que mueve a la sospecha.
A lo largo de más de 40 años, el gobierno federal y su partido el PRI -el PAN del 2006 para acá- han rendido tanto en su favor que a pesar de tenerlo todo -y en exceso- exige y exige más.
Con todo el dinero, todo el poder, quiere más… ahora para sus hijos.
Sus estrategias dejaron de ser confusas, difusas y profusas. Como gobernador despliega ahora afanes y persecuciones guardadas de toda una vida. “¡Al ladrón, al ladrón!”, reza el viejo adagio.
Y es que no bien ha dejado en un punto intermedio la batalla campal contra Duarte, que revive la de Fidel; regresa con la de Duarte, la endereza contra los colaboradores del perseguido; arremete contra cómplices, socios, los amigos de su enemigo, aliados, texto servidores, a Peña mismo se lo ha pasado a llevar con alusiones de “¡Cimbraré a México!”, al igual que al secretario de Salud, José Narro, quien se atrevió a aclararle que no hay niños muertos por cáncer por las razones que aduce; al de Cofepris le da un descolón, insulta a los diputados priistas… y ahora a los alcaldes sin dinero.
No bien se ha bajado de un ring para subirse a otro en pelea desigual contra Karime Macías, a quien ya juzgó y condenó con el tema del bodegazo, sin mediar juicio ya que de entrada no hay denuncia en su contra.
Es desmesurado el insulto y la presunción del delito “encontramos sillas de ruedas propiedad del gobierno”; impropios los calificativos a Karime “por el hallazgo se confirma de puño y letra, muchos de los temas que se están investigando”, y no da tregua en el atropello al afirmar que “ella participaba en las sesiones de gabinete, en reuniones con diputados, magistrados… y tenía a su cargo llevar a cabo negocios ilícitos”… (??).
Órale…
¡Cuánto coraje contra la señora!
Pero además pareciera dejar muy en claro que con sus dichos no hay necesidad de leyes en Veracruz, bastan sus afirmaciones para alcanzar la justicia y felicidad plena.
Todo, sin embargo, se revierte.
Se quiere vengar de Duarte inodando a la esposa, pero lo único que logra es victimizarla.
Pareciera, sin embargo, que ello le importa un bledo. La urgencia es el circo de lo cotidiano. El señor gobernador tiene para todos y en especial para todo lo que huela a PRI; para todo aquel que se atreva a disentir. Todos sus enemigos son unos “ignorantes” –su palabra favorita- y todo el aquel que no está con él, está en su contra.
Ahora ya trae en el costal al alcalde de Xalapa, Américo Zúñiga.
¿Dónde está la prudencia? ¿Dónde el buen juicio del gobernante que es dador, es el benefactor ciudadano, el del equilibrio, la mesura, el incorruptible, quien busca trascender en las mejores páginas de la historia… dónde?
El pecado del edil de la capital veracruzana es pedir al gobierno que se ponga al corriente de sus adeudos “¡Es un ignorante!”, le devuelve; que se regularicen los pagos de sus pares “¡También son unos ignorantes!”, insiste a pesar del llamado a que la fiesta la lleve en paz al declarar el propio Américo que “¡No me voy a subir al ring!”, porque “así no concibo la política”.
Históricamente el veracruzano es recio, combativo y entrón; no se deja y pelea, lucha, de ahí las páginas más brillantes de nuestra historia nacional, pero en la forma que está llevando el debate político y la disputa por el poder, lo único que está generando es el ahondamiento de la división.
Y ello se manifiesta en el descenso de su popularidad y la aceptación ciudadana; en la reprobación de las redes que –está comprobado- cogobiernan y en la cada vez más creciente censura de la opinión pública, la veracruzana y la nacional, hacia sus actos de gobierno.
Hoy se puede comprar a la prensa, pero no a toda.
En el imaginario colectivo permea –iba a decir percepción- la idea de que el gobernador al no poder cumplir con su compromiso fundamental de llevar a la cárcel a Javier Duarte e iniciar la transición en Veracruz regresando la seguridad pública, llevando empleos y activando la economía, se escapa por la vía de los distractores.
Y si bien es posible maquillar la realidad, ésta no puede ser todo el tiempo. No se puede estar brincando de un escándalo a otro o montar un circo de varias pistas como el que estamos viviendo en donde por un lado quiere madrear a Américo y por el otro jalonear a Andrés Manuel López Obrador llamándolo “¡Estúpido!”, a través de su hijo, Miguel Angel.
¿Qué es eso?
Veracruz no se lo merece, aunque los resignados de siempre nos digan que sí. Veracruz debe transitar por los caminos de la concordia, el respeto y la tolerancia, que hoy son voces en el desierto.
Tiempo al tiempo.
*Premio Nacional de Periodismo