Meritocracia o el yamerito

Palacio de Gobierno
- en Opinión

Jesús J. Castañeda Nevárez  / No entiendo a los mexicanos, -decía un amigo extranjero- trabajan, se esfuerzan, ahorran o se endeudan, se compran su televisor y se sientan a disfrutar en familia de un partido de futbol; de pronto alguien empuja violentamente la puerta y se mete a su hogar acompañado de un grupo de personas, desconectan su televisor y se lo llevan. Los hijos observan alternadamente entre el hecho, los tipos, el televisor y la expresión de sus padres que atónitos no atinan a hacer nada mientras se consuma el despojo y una vez cerrada la puerta los padres voltean a ver a sus hijos y sólo les dicen: “ni modo, que se puede hacer; hay que echarle muchas ganas”.

Historia que se ha repetido muchas veces con distintos personajes y distinto objeto del saqueo, pero saqueo al fin. Mientras que el pueblo sigue resignado a su condición y sólo se anima a decirhay que echarle muchas ganas”.

Veracruz es el mejor ejemplo histórico de ello a partir de la conquista; siempre invadido, siempre saqueado, siempre doblegado por los extranjeros y menospreciado por los propios que en actitud malinchista le abren la puerta a los fuereños “conquistadores” y se la cierran en las narices a los propios.

Se llevaron el oro y la plata, se llevaron todas nuestras riquezas y aun así Veracruz seguía siendo un estado rico, alegre y bullanguero. Fueron muchos años así hasta que en los últimos 15 años llegó un grupo que golpeó nuestra puerta y se llevó todo, todo, todo. Hasta las ganas de “echarle ganas”.

Empezó una nueva era para los veracruzanos, pero ésta tiene como base la desesperación, la angustia y la miseria, con el agravante de un estado de inseguridad por el crecimiento de los hechos delictivos perpetuados por profesionales o por novatos neo-delincuentes.

Se vive hoy una situación de pobreza creciente por el desempleo ocasionado también por el cierre de muchas empresas que ante la falta de liquidez tuvieron que adelgazar la plantilla laboral previo a la dolorosa decisión de bajar cortinas. Igual como pareciera estar también el mismo Estado.

En dónde está la línea de solución para el conflicto económico, financiero, político, social, de justicia, de leyes, de corrupciones, de educación, de trabajo, de empleo, de alimentación, de salud, de bienestar, de prosperidad, de calidad de vida. ¿En dónde se encontrará la forma de rescatar a Veracruz del desastre en el que nos encontramos después del voraz saqueo de los niños de la fidelidad?

Si fuera sólo de alardes y fantasías expresadas en discursos vacíos y carentes de compromiso, el sitio exacto pudiera ser en un acto de campaña política, donde abundan los buenos oradores cuyo rasgo de honestidad estriba en que no tienen ninguna duda de que dicen mentiras y cuyo único objetivo es convencer al electorado para que voten por ellos y su partido. Esa ruta ya está muy gastada, aunque todavía sigue dando frutos por la débil memoria del electorado, pero no ayuda en nada a Veracruz.

O tal vez con una sociedad más participativa con acciones directas propuestas por: Cámaras y Asociaciones Empresariales, Colegios, Sindicatos, ONG, Asociaciones Religiosas, Académicas, Estudiantiles, Comunitarias, etc., que aporten su experiencia, capacidad y punto de vista, para la solución de diversos problemas que atañen a sus propios sectores y representaciones, en un ejercicio que nutra a quienes deben de tomar las acciones correspondientes. Pero desafortunadamente el despojo también los ha debilitado y hoy sólo aspiran a la sobrevivencia. Y si acaso tienen algo que proponer, no están claros los canales de acceso a la estructura gubernamental, por el exceso de burocracia, o por la inexperiencia de los nuevos funcionarios, o por el ego demasiado subido de algunos que todavía creen que no los merecemos.

Porque si la solución estuviera en la línea de la meritocracia del servicio público, entendiendo esto como la razón de estar en lugares de decisión conquistadas con base al merecimiento en virtud del talento, aptitud específica para el puesto, la educación y experiencia que se resume al merecimiento con base al esfuerzo y no como simple pago de facturas políticas o amiguismo o compadrazgo, sería entonces posible que Veracruz comenzara a caminar hacia la solución de sus terribles males.

Desafortunadamente, la curva de aprendizaje es una regla que no cambiará y tendremos que seguir lidiando con el acierto y error como principio rector de cada nueva administración pública, cuya primera decisión es desechar todo lo pasado para empezar nuevamente, condenándonos así a vivir eternamente en el “ya merito”. Mientras el pueblo quiera seguir aguantando o bien, se aclimata o se aclimuere. Ese es mi pienso.

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