Arturo Reyes Isidoro / Dos meses y medio después, estamos en las mismas: no hay dinero y los pendientes siguen siendo muchos.
No obstante, sí hay una clara diferencia entre el gobierno priista que se fue y el panista que llegó.
En especial en el último año de su gobierno, más remarcadamente en su último semestre, Javier Duarte prácticamente ya no gobernaba.
Xalapa era el mejor reflejo del abandono en que había caído Veracruz, el Estado, por parte de sus autoridades estatales.
Quién no recuerda el verdadero caos en que estaba convertida la capital con sus calles, avenidas, entradas y salidas bloqueadas todos los días.
Veracruzanos agraviados de toda la geografía estatal se concentraban en Xalapa para reclamar lo mismo pagos que obras y servicios.
Sólo en los últimos 45 días de la administración se notó un cambio cuando el gobernador interino Flavino Ríos Alvarado se puso a atender a todos.
Pero la credibilidad ya estaba hasta el piso, por los suelos, no obstante se hicieron algunos pagos y se calmó un poco la situación.
Pero el desgobernador que tenía Veracruz vivía en un mundo ajeno, en otra realidad y en algunos casos su mujer lo había sustituido.
Ya no era noticia que mientras que el Estado se caía a pedazos, Duarte se la pasaba jugando golf o paseando a sus perros en el Club de Golf de Xalapa.
En “Prosa aprisa” publiqué que, en cambio, ni como precandidato, ni como candidato y ni como gobernador visitó la totalidad de los municipios veracruzanos.
Cómo era posible que se sensibilizara si no conocía la realidad en la que vivían sus representados, sus necesidades, sus problemas, sus carencias.
Casi nunca iba al Palacio de Gobierno ni salía de giras de trabajo ni asistía a actos a los que tenía obligación de ir como autoridad.
Colaboradores cercanos y directos suyos, sus más allegados, me confirmaron que en especial en el último año vivía sedado con calmantes que le había prescrito un médico en Houston.
Es que vivía ya en medio de la angustia porque no podía cumplir los compromisos de gobierno pues, ahora ya lo sabemos, ya había desviado o robado todo el dinero de las arcas estatales.
Por efecto de los calmantes, me aseguraron, dormía casi todo el día, se despertaba y paraba sobre las cinco o seis de la tarde o las siete de la noche.
“Lo peor es que se despierta de un humor de la chingada, enseguida nos empieza a llamar a todos y a cagarnos, sin que tengamos culpa de sus problemas”, me llegaron a decir.
Estaba ausente, pues. Muchas horas del día Veracruz no tenía gobernador. Eso explica en parte por qué su mujer presidía las reuniones de Seguridad Pública como si estuviera en un té canasta con sus amigas, en medio de una tertulia.
Veracruz quedó terriblemente dañado y así se traspasó la administración.
Está claro que Miguel Ángel Yunes Linares ganó la gubernatura porque supo aglutinar en torno suyo todo el descontento popular, algo que hoy a nivel nacional está haciendo Andrés Manuel López Obrador con el decepcionante gobierno de Enrique Peña Nieto.
Muchos veracruzanos votaron por el cambio, querían otra cosa. Sin embargo, considero que la oferta mayor de campaña, llevar a la cárcel a Javier Duarte “y a su banda”, vendió tan bien que generó más expectativas de lo que se podría obtener y cumplir.
Creo que desde un principio se ha perdido de vista que cambiaron el gobierno, la administración, las siglas y colores, pero no las condiciones económicas y que sin recursos poco se puede hacer, poco se ha podido hacer.
No obstante, decía al principio, hay una clara diferencia con el pasado inmediato.
Lo que inició Flavino continuó, los pagos más urgentes se hicieron y Yunes Linares asumió con responsabilidad su cargo y ejerce el gobierno.
Casi todos los días lo vemos moviéndose por el estado, por Xalapa, el puerto de Veracruz o la Ciudad de México y siempre que puede da cuenta de lo que hace y dice a través de Periscope, una moderna herramienta de la era digital que permite transmitir y reproducir en vivo la actividad, señal ya hoy posible captar en los mismos teléfonos celulares.
Cuando no viaja o se mueve, está trabajando en Palacio de Gobierno, y no se sabe, al menos yo no lo sé, si en ocasiones se mete a despachar y a trabajar en las oficinas que los últimos tres gobernadores priistas, antes que él, Miguel Alemán Velasco, Fidel Herrera Beltrán y Javier Duarte de Ochoa tenían y ocupaban en el World Trade Center de Boca del Río.
Y hasta ahora, eso sí, casi todo se ha concretado a anuncios públicos, a iniciativas enviadas a la Legislatura, a declaraciones de prensa. Buena presencia mediática la hay no obstante que hasta ahora no hay trato comercial con la prensa, con los medios.
Se podría decir que Miguel Ángel Yunes Linares está haciendo, como dijo Carlos Salinas de Gortari en su primer discurso como candidato presidencial, política, mucha política, mucha política moderna, en especial ahora ante la falta de recursos.
No le queda de otra. Pero fuera de reflectores está reuniéndose con actores políticos no necesariamente panistas. Recientemente un grupo de diputados locales de diversos partidos dialogó con él. Cabildea, pues.
Hemos visto también como cuando puede se da baños de pueblo lo mismo en el centro histórico de Xalapa que en los portales del puerto de Veracruz.
Se ha metido orden, indudablemente. En Xalapa ya no padecemos a los encuerados de los llamados 400 Pueblos, o a los antorchos, o a los “cardenistas” o los de otros muchos grupos que medraban a la sombra del poder.
Ya no vemos que se bloqueen y tomen edificios públicos ni carreteras, pues los que quisieron poner a prueba al nuevo gobierno fueron a dar a la cárcel y están sujetos a proceso, y al menos dos exfuncionarios estatales, uno fidelista y otro duartista, pisaron ya también la prisión.
Creo que aparte del problema económico el mayor dolor de cabeza lo sigue provocando la delincuencia, organizada o no, y los niveles de inseguridad no bajan.
La falta de recursos se podría resolver de aquí a fin de mes si la Legislatura le aprueba su petición para que pueda reestructurar la deuda. En cuanto a seguridad, hay acciones, hay resultados e incluso se ve que lo están apoyando a nivel federal cuando le han enviado elementos de la Gendarmería, lo que le negaron a Duarte sistemáticamente.
Dos meses y medio después, estamos en las mismas en cuanto a la falta de recursos, siguen los pendientes pero sí, sí hay algunos resultados positivos.
Creo que la alta expectativa que generó el nuevo gobernador hace que se le exija más de lo que podrá cumplir, además de que en el corto tiempo que lleva quisieran que ya hubiera resuelto problemas muchos ancestrales y otros que gobiernos de seis años, anteriores, no solucionaron.
Tal vez eso fue lo que lo llevó a que recientemente se justificara diciendo que no tiene una varita mágica para resolver los problemas. Claro, no es ningún mago.
Habría que ser realistas y no albergar falsas esperanzas. Si se pone orden en el aspecto económico, será ya un gran avance. Si se mantiene el orden ya logrado, será mejor. Si al menos se terminan las obras inconclusas, será todo un éxito. Todo lo demás será ganancia.
A juicio mío, este gobierno ha cometido dos grandes errores, que al menos electoralmente le pueden pesar en el futuro inmediato y mediato: el despido en buena parte injusto de trabajadores de la administración estatal, muchos o casi todos que le apostaron al cambio y votaron por el PAN, y el maltrato que muchos funcionarios de mediano pelo están dando a quienes todavía conservan su trabajo.
El gobernador ha tratado ya de justificar los despidos por las condiciones económicas que heredó, y quiero creer que no está enterado de cómo subalternos suyos están tratando a muchos trabajadores, como, por ejemplo y más recientemente, en la Secretaría de Desarrollo Económico, donde, no obstante, afirman que no es el titular de la dependencia sino auxiliares suyos.
No dudo que despedidos y maltratados, cientos, acaso miles, se desquitarán el 4 de junio en las urnas votando ahora por los candidatos de Morena.
Este es, desde mi perspectiva, el panorama que vive Veracruz a dos meses y medio del gobierno de la alternancia. Insisto, desde mi perspectiva, al menos la situación ya ha mejorado, aunque no es suficiente todavía. Confiemos en que todavía sea mejor.
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