Aurelio Contreras Moreno / Las elecciones de gobernantes municipales son, por mucho, las más concurridas y competidas en el estado de Veracruz. Las que generan mayor interés entre la población y, por ende, un apasionamiento que suele llegar a desbordarse.
A principios de enero de 2012, adquirió rango legal la reforma a la Constitución del Estado de Veracruz para ampliar el periodo de los presidentes municipales de tres a cuatro años.
Dicha enmienda fue promovida desde 2010 por el gobierno que entonces encabezaba Fidel Herrera Beltrán y respaldada por el del hoy prófugo de la justicia Javier Duarte de Ochoa. El argumento oficial para impulsar la modificación del periodo municipal fue la “necesidad de mejorar la organización y el funcionamiento de los ayuntamientos para que sus planes, programas y acciones de gobierno resulten en beneficio de la población, evitando que se trunquen o interrumpan cada tres años”.
Pero en realidad, lo que buscaba aquel régimen era poder controlar con mayor facilidad las elecciones al separar las municipales de los comicios para gobernador. En la experiencia de procesos anteriores, la volatilidad política que provocan las elecciones de ayuntamientos hacía muy complicada de manejar la elección de titular del Ejecutivo.
Al final, de nada le sirvió esa maniobra al fide-duartismo, porque si bien ganó sin problemas la mayoría de los ayuntamientos en la elección intermedia de 2013, tres años después, con todo y que no estaban de por medio los procesos municipales, de todas maneras fue derrotado en las urnas en los comicios de gobernador y diputados locales.
Este año se relevarán los ayuntamientos elegidos a la mitad del sexenio duartista, en medio de un escenario político que jamás se habrían imaginado cuando se impulsó aquella reforma.
Por primera vez en la historia de Veracruz, el Partido Revolucionario Institucional corre el riesgo de caer al tercer lugar en la elección de alcaldes, por varias razones. En primerísimo lugar, a causa del brutal desprestigio sufrido por ese instituto político por la actuación del peor gobernador que haya tenido Veracruz, Javier Duarte de Ochoa, y su camarilla.
También abona a una muy probable caída del PRI el descrédito y desgaste de la administración federal y del presidente Enrique Peña Nieto, que enfrenta el punto más bajo del sexenio en sus niveles de aprobación tras el alza al precio de los combustibles, por su errática y poco firme postura frente a las amenazas y humillaciones que le ha infringido el presidente estadounidense Donald Trump, y en general, por la ausencia de algún resultado plausible en los poco más de cuatro años de este gobierno.
Sin embargo, el posible derrumbe del PRI no beneficiaría necesariamente a la coalición gobernante entre el PAN y el PRD. Las dificultades financieras, políticas y sociales de la entidad comienzan a hacer mella en el gobierno que encabeza Miguel Ángel Yunes Linares, que aun cuando mantiene un bono de confianza en una parte de la sociedad veracruzana, también recibe cada vez mayores críticas ante la ausencia de resultados concretos en función de sus promesas de campaña.
Y aunque el escenario estaría dispuesto para que el Movimiento de Regeneración Nacional aproveche las debilidades de sus adversarios y con eso rebasarlos, tiene tres problemas que pueden frenar su ascenso: depende absolutamente de su valor como una “marca” asociada a su líder Andrés Manuel López Obrador. Por ende, se sienten sobrados para ganar sobre esas bases, a pesar de postular soberanos desconocidos. Y lo peor, están recibiendo tránsfugas de la peor calaña que huyen del PRI, el PAN y el PRD para buscar, quién sabe a cambio de qué, la “redención” lopezobradorista.
Mientras tanto, ya se suscitó el primer hecho de violencia asociado al proceso político electoral de este año, con la ejecución la semana pasada del ex alcalde de Tezonapa y líder cañero del ingenio Central Motzorongo, Norberto Echevarría Ortiz, quien había manifestado su intención por buscar nuevamente la presidencia municipal, actualmente encabezada por su ahora viuda Adanery Medina Guerrero.
Mal inició el primer proceso electoral de la era de la alternancia en Veracruz.
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