En 2010, a unos días de que Fidel dejara el poder, el escritor y periodista Armando Ortiz escribió una carta pública titulada “Carta abierta al Dr. Fidel Herrera Beltrán”. En ese documento que se replicó en varios portales decía: «Pero su gobierno, Dr. Herrera Beltrán, también tuvo logros, debo admitirlo. Es loable que en este sexenio, con la carga de trabajo que tuvo por ser gobernador, haya terminado una maestría y un doctorado por la Universidad Veracruzana. De un sólo plumazo logró usted poner a nuestra UV en la lista de las universidades patito, todo por esa obcecación suya de tener los más altos grados académicos.
»Entre otros logros usted consiguió lo que la lengua tarda décadas y a veces siglos, a saber, cambiar el sentido semántico de una palabra. Hoy día en Veracruz “fidelidad” ha dejado de ser una palabra virtuosa, pues usted ha logrado que la palabra “fidelidad” tenga más que ver con la complicidad, con la confabulación, con la corrupción; hoy día ya nadie quiere ser llamado “fiel”. Pero la deuda mayor es con los pobres. Nunca nos brindó bienestar, antes bien nos queda un malestar incómodo por haber confiado en usted. Hizo más ricos a los ricos y más pobres a los pobres; hizo cínicos a los ladrones y envileció el servicio público».
Al final de esa carta, ante la posibilidad de que Fidel Herrera pudiera reflexionar sobre su crimen anotó: «Sólo una cosa más señor Doctor, cierta noche, cuando esté solo en su habitación acérquese a un espejo, mírese fijamente a los ojos y pregúntese si está orgulloso del sujeto que ve; a lo mejor estará satisfecho, como el ave de rapiña después del banquete, pero orgulloso, le juro por esta Patria que todavía no logro entender, orgulloso nunca lo va a estar. Sólo espero que un sujeto como usted nunca nos vuelva a ocurrir en Veracruz».
Pero nos sucedió. Difícil de creerlo, pero Javier Duarte resultó peor alimaña que Fidel Herrera.
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