Sergio González Levet / Los veracruzanos y su Gobernador estamos ya metidos de lleno en ese engendro de mini-gubernatura de dos años, que debemos al “colmillo” político de que tanto alardeaba del prófugo Javier Darte de Ochoa “y que tanto daño le hizo a los aqueos” -como dice La Ilíada de Homero-.
Dos años que apenas darán tiempo para empezar a recomponer el desastre administrativo de 12 años de malos modos y peores acciones; dos años que bastan apenas para iniciar el rescate de la devastación en que nos dejó la ambición desmedida, la falta total de ética, la amoralidad de un grupo de muchachos mal formados en el camino de la corrupción sin límites.
Dos años que se irán como agua, que se colarán entre los dedos como la arena el desierto y que van transcurriendo intensos y acelerados en el trabajo titánico de comprehender el desastre, de desfacer el entuerto.
Dos años que significan 24 meses, en los que caben 730 días que suman 17,520 horas y son 1 millón 51,200 minutos y en segundos, 60 millones 72 mil.
Dos años de los que habrán transcurrido, al final del 9 de febrero, 2 meses y 9 días, que suman 71 días, es decir, 1,704 horas o 102,240 minutos o 6 millones 134,400 segundos.
Dos años a los que les restan 21 meses y 21 días, que son 659 días en total y significan 15,816 horas o 948,960 minutos o 56 millones 937,600 segundos para completar la cruzada por Veracruz, la hazaña de restañar la debacle, de enderezar el rumbo perdido y regresar a que seamos el estado poderoso y rico que históricamente hemos sido dentro de la República federal: el tercer en población, uno de los primeros en recursos naturales y el primerísimo por la calidad de su gente trabajadora y alegre, ingeniosa y responsable… menos unos cuantos que ahora andan de huida o recluidos en la sombra.
Obvio, para la celeridad de la miseria lo que se ha hecho va lento, y a contrario sensu, no hay velocidad posible que se adecue a las necesidades inminentes y perentorias de un pueblo despojado de su patrimonio, de un gobierno con las finanzas en cero y de un presupuesto agotado por la codicia de un grupúsculo que ahora pretende emplear lo robado para salvaguardar legaloidemente su injusta libertad.
Es tan corto el amor y es tan largo el olvido, diría Neruda.
Si 20 años no es nada, como dice el tango inmortal, dos años es diez veces menos que nada, y por eso la ciudadanía debe cambiar su percepción y su expectativa.
El tamaño descomunal del daño requiere de medidas draconianas, duras y difíciles, para poder empezar la reconstrucción; sacrificios que a nadie le gusta hacer… pero no hay de otra.
Difícilmente el régimen podrá abonar en popularidad si tiene que recortar sueldos, reducir empleos, austerizar los gastos.
Pero no hay de otra.
Así como la nación requiere la unidad ante el Presidente para enfrentar los arrebatos compulsivos de Donald Trump, Veracruz requiere que todos nos pongamos a trabajar en unión con el Gobernador para salir del hoyo en el que nos metieron, sin cuartel y sin medida.
Lo dicho: no hay de otra.
Sangre, esfuerzo, sudor y lágrimas…
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