Nadie lo detenía, nadie se atrevía siquiera a detenerlo. La Comisión de Derechos Humanos nunca se pronunció por el abuso que se hacía de las personas; el Instituto Veracruzano de la Mujeres nunca se manifestó por el trato indigno que se daba a las jovencitas; el DIF estatal nunca dijo nada de que se tratara con desprecio la ancianidad de las personas o la inocencia de los niños. Nadie lo detenía, César del Ángel era el rostro de la impunidad en Veracruz.