Aurelio Contreras Moreno / Ya sea que de verdad haya renunciado por voluntad propia o bien que se lo hayan pedido desde Los Pinos, Fidel Herrera Beltrán fue derribado del Consulado de México en Barcelona por el escándalo de los medicamentos falsos suministrados por los Servicios de Salud de Veracruz durante su administración y la de su sucesor, Javier Duarte de Ochoa.
Con la verborrea que lo caracteriza, Herrera Beltrán anunció que regresa a Veracruz a defenderse de las “calumnias” en su contra e intentó deslindarse de responsabilidades en el tema de los medicamentos clonados, aduciendo cadenas de mando que según él, no lo alcanzarían.
Pero en la entrevista que concedió a El Universal momentos después de que se diera a conocer su salida del Consulado en Barcelona, dejó claro qué es lo que en realidad viene a hacer: “política interna”. Es decir, grilla, operación electoral con miras a los comicios municipales del próximo 4 de junio en los que se renovarán los 212 ayuntamientos veracruzanos.
Herrera viene a enfrentar a su más acérrimo enemigo político, el actual gobernador Miguel Ángel Yunes Linares, con quien sostiene una guerra personal que data de 30 años atrás, misma que no tendría por qué interesarle a nadie más que a ellos si no fuera porque esa rivalidad ha incidido en el devenir del estado de Veracruz en las últimas tres décadas, generalmente para mal.
Su particular estilo de hacer “política interna” comenzó a sentirse este año desde que provocó, a través de sus operadores, la revuelta que actualmente tiene al PRI acéfalo en el estado de Veracruz, en el afán por tomar el control de ese partido y desde ahí hacerle frente al yunismo que ahora tiene el poder en la entidad, y por ende, la sartén por el mango.
Antes de eso, ya se había apoderado por completo del Partido Verde en la entidad, cuyo dirigente real es su hijo el diputado federal plurinominal Javier Herrera Borunda, a través de quien Fidel Herrera pretende recuperar el poder en Veracruz en 2018.
Empero, la circunstancia actual le es adversa. El descrédito del PRI en Veracruz, provocado por la abominable administración de Javier Duarte de Ochoa, invariablemente lo alcanza, pues fue él y sólo él, cuando estaba en la “plenitud del pinche poder”, quien lo impuso como su sucesor, aunque ahora cínicamente pretenda deslindarse del monstruo que creó.
“Yo no puedo asumir responsabilidades por quienes no se parecen a mí, por quienes no actuaron como yo o por quienes no sirvieron a Veracruz como yo lo hice. Y en ese sentido, cada quien es responsable de sus hechos y de sus acciones”, dijo Herrera sobre Duarte, quien en lo único que no es igual a él es en la inteligencia. Fuera de eso, son idénticos.
Fidel Herrera va a jugarse su resto contra Miguel Ángel Yunes, pero en condiciones muy diferentes a las de los últimos doce años. En primer lugar, y ya sin la inmunidad diplomática que le confería el cargo de cónsul, deberá responder a las denuncias presentadas en su contra ante la Fiscalía General del Estado por atentar criminalmente contra la salud de los veracruzanos, así como por los demás actos de corrupción que desde su sexenio marcaron el inicio del desastre en el que se sumió a Veracruz.
A ver si no, sintiéndose perdido, también se les “escapa”.